Todo parece indicar que tanto el gobierno como gran parte de la oposición están llevando al país hacia una especie de atascamiento de la gobernabilidad democrática y de nuestro progreso. Y hay que decirlo francamente: si el presidente Petro no corrige el rumbo, se expone seriamente a que su mandato quede registrado en la historia como el gobierno de “lo que pudo haber sido y no fue”.
Como lo sustentó Pedro Medellín en su columna “El peligroso camino de la radicalización”, el presidente Petro está abandonando la propuesta del “Acuerdo Nacional” optando por el camino más difícil y traumático: radicalizar la gestión política del Gobierno en momentos en que todos los sectores de la sociedad habían acogido dicha propuesta anunciada desde su discurso de posesión, y ratificada el pasado 20 de julio. Lo cierto es que se observan indicios de que el mandatario decidió descartar cualquier acuerdo con las fuerzas políticas presentes en el Congreso y con el empresariado.
Paradójicamente el descarte del acuerdo con las fuerzas políticas se está dando a pesar de que en el foro sobre el “cómo” alcanzar el gran Acuerdo Nacional organizado por la revista Cambio, el ministro del Interior sostuvo que el pacto tendría que empezar con los políticos. Es que después de que el presidente Petro soslayó o se cansó de negociar las principales reformas con los jefes de los partidos más serios, la tozuda realidad dicta que negociar un acuerdo con 12 partidos representados en el Senado y 29 en la Cámara es casi utópico.
Con el empresariado la dinámica no ha sido mejor. Tras no asistir al Congreso Empresarial Colombiano aduciendo dificultades de salud, finalmente el presidente se reunió con las cabezas del Consejo Gremial Nacional el 29 de agosto para discutir sobre el presente y futuro económico del país, así como sobre las reformas en trámite o por tramitarse en el Congreso y su posible impacto. Sin embargo, las declaraciones agridulces de algunos participantes al final del evento, dieron a entender que fueron planteadas las inquietudes de algunas de las partes, pero no se acordó nada cercano a lo sustancial para abrir posibilidades de una alianza con el empresariado.
Ahora bien, hay un aspecto que no parece ser importante ni para el Gobierno ni mucho menos para gran parte de los políticos de oposición, pero sí es importante, entre otras razones porque puede dar al traste con la “paz total”. Me refiero a los climas de opinión que se derivan de una comunicación política que incentiva la polarización puesto que se acerca más a la mentira que a la verdad.
Por ejemplo, aparte de agravios personales al presidente, desde la oposición las voces más radicales hablan con frecuencia de que Petro está avanzando en un viraje autoritario al estilo Chávez, cuando la realidad muestra que el presidente no tiene los recursos de poder que tuvo el venezolano: alta votación, boom petrolero y fuerzas armadas que dejaron de ser del Estado para volverse del partido de gobierno. Y en el lado del presidente su frecuente referencia a un golpe de estado, lo que produce es más enrarecimiento del ambiente político. No es sino recordar que en su discurso en Montes de María llegó incluso a afirmar que un expresidente en contubernio con el partido Vox estaba organizando un golpe de Estado, complementando semejante afirmación con que “el país sabe cómo reaccionar en caso de que se produzca el golpe” ¿Cómo lo habrán tomado los sectores más radicales del Eln y las disidencias y reincidencias de las Farc? ¿Pensarían que deben prepararse militarmente para evitar que caiga el presidente?
Nota: es inconveniente que la cúpula de las FF.AA. esté presente en debates de control político. Es asunto solo del ministro de Defensa.