HERNANDO GARCÍA MEJÍA | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Diciembre de 2011

El insoportable

El insoportable señor Álvaro Uribe no parece querer quedarse quieto nunca, ni, mucho menos, callado. Siempre anda intrigando y prendiendo incendios por todas partes. Más que un expresidente semeja un dinamitero o un terrorista de los que tanto odia.
Ahora no sólo la ha emprendido contra el presidente Santos sino contra Chávez y Venezuela. Al primero lo odia por salirse de su cartilla y olvidar sus derroteros camorristas y desestabilizadores, que tanto daño le han hecho al país en materia de polarización, y a Chávez por no coincidir con sus ideas de extrema derecha, o sea de puro fascismo franquistoide. Y conste que esta afirmación no implica de ninguna manera que aprobemos al personaje, de quien muchos tenemos serias reservas y a quien criticamos sus continuas payasadas, pese a que es mil veces preferible un payaso simpático a un colérico intrigante y perturbador.
Con su torpeza natural y su evidente carencia de reflexión, el picapleitos pensó que el sucesor era manipulable como un muñeco de ventrílocuo, y se equivocó. Ignoró otras cosas importantes, entre ellas el hecho de que Santos es un aristócrata bien criado, magníficamente educado, con ideas e ideales propios y no un campesino inculto como él. No es lo mismo un tipo de Salgar, hijo de un caballista, que el heredero de un expresidente noble, culto y ampliamente fogueado en las lides de la alta política, el pensamiento y la cultura universal. La diferencia es obvia.
Santos no podía ni puede ser como Uribe. El primero planea fría y cuidadosamente sus acciones, como buen jugador de póquer que es, y el segundo, más emocional que racional, se lanza al ruedo al primer impulso, sin pensar ni medir consecuencias. Salta y patea como sus potros. Se tira al agua al instante.
Eso fue lo que hizo cuando, irrespetando flagrantemente las relaciones internacionales, les dijo a los miembros de la oposición venezolana que hicieran ellos lo suyo que él ayudaba desde Bogotá y por lo cual éstos se vieron obligados a replicarle: “No nos utilice a nosotros para hacer indirectamente oposición a la actual administración colombiana”. El dicho de que “la ropa sucia se lava en casa” por lo visto le importa muy poco al feroz deslenguado.
Santos está en mora de abandonar su diplomacia y exigirle al importuno que se calle de una buena vez y lo deje gobernar en paz y a su manera prudente y conciliadora. ¿Cuándo lo hará? Ojalá sea pronto. Para mañana es tarde.

En Colombia hay una nueva versión de los Tres chiflados: Plinio, Pachito y Jobdulio. Cuatro con el Ubérrimo desquiciado.