¡Alerta en la Mojana!, es el titular acostumbrado de los medios de comunicación cuando llegan las inundaciones anuales a la región. Esta última semana las alertas se han debido a los bajos niveles del Cauca por el cierre inesperado de dos compuertas de Hidroituango, un proyecto de generación de energía que, por decisiones improvisadas, dejó de representar la esperanza en el futuro de Colombia para convertirse en una amenaza al crecimiento económico nacional y mantiene en ascuas a los habitantes del bajo Cauca.
El rio ha muerto, dijo un pescador, mientras cubría su canoa con una atarraya tan vacía como sus bolsillos y como la vida pobre de los ribereños. Y eso que no saben que, cuando funcione la hidroeléctrica, el agua turbinada que regresa al caudal ya no tendrá nutrientes. Es decir, los peces que ahora mueren de sed entonces morirán de hambre.
Con respecto a La Mojana, me refiero a once municipios de cuatro departamentos y un millón de hectáreas, debo repetir que entre el 2012 y el 2015 el Fondo de Adaptación hizo investigaciones robustas sobre el intrincado mundo de ese país de las aguas, entre las cuales destaco: levantamiento topográfico y batimétrico; modulación hidrodinámica bidimensional y modulación de riegos con evaluación costo-beneficio de las diferentes propuestas de soluciones. Con base en los estudios se plantearon cinco alternativas, todas ellas con intervenciones sobre el Cauca, con vertederos o compuertas y adecuación de caños y ciénagas.
Sorpresivamente, en enero/2016, de la primera alternativa se descartó la intervención estructural sobre el dique Guaranda-Achí y se cambió por muros de cemento en las cabeceras municipales. Esa alternativa es la que se está implementando. Les pareció genial a los directivos del F.A, siempre extraños al Caribe, salir del paso echando cemento para adaptar la zona al cambio climático. Se dejó de lado nada menos que la restauración del ecosistema de humedales, zona de amortiguamiento de los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge. Esta es, sin duda, la tarea más urgente que tienen las autoridades ambientales, pues de los humedales solo el 25% cumple sus funciones.
He escrito antes en estas páginas que quien conozca las investigaciones, los estudios y las simulaciones de escenarios de amenazas, adelantados durante la estructuración del Plan de Acción Integral para la Reducción del Riego de Inundaciones y Adaptación al Cambio Climático en la Región de La Mojana, no se explica que se haya propuesto la primera alternativa y mucho menos que se esté implementado. Tal decisión contradice el título, ignora las consecuencias del ciclo dramático inundación-sequía y desconoce los retos de ese polígono complejo, con los sistemas naturales degradados y con dinámicas sociales y ambientales muy particulares.
En las emergencias como la de Hidroituango, llegan nubes de funcionarios navegando en sus carabelas de leyes, decretos y resoluciones, y posan como los nuevos descubridores de la mítica región de los Zenúes. Saben que sus baratijas solo tratan de mitigar los males del momento. Lo hacen de buena fe, y muchas veces con éxito, pues Colombia ha ido mejorando la atención a los desastres naturales. Pero todo eso aplaza la solución definitiva ya estudiada y que les permitiría a los mojaneros recuperar, con los cultivos y ganados de su prodigiosa tierra, las inmensas riquezas perdidas de La Marquesita de la Sierpe.
P.S: Hace pocos días el Señor Presidente de la República nos anunció que convocaría pronto una reunión para abordar el tema.