A pesar del gran avance científico que en su momento significó la invención del holograma que permite ver en tres dimensiones una misma imagen, para el cerebro humano, que está condicionado para descifrar las imágenes en una sola dimensión, las cosas no son tan sencillas. Por eso la sensación bizarra que nos llevamos siempre que observamos un holograma.
Algo parecido está sucediendo con las cifras económicas y fiscales. Las estamos recibiendo bajo la forma de hologramas lo que hace supremamente difícil entenderlas.
Una primera característica de la holografía económica es que las imágenes están en cambio permanente. Como sombras. Es lo que sucede con todos los pronósticos. Los organismos técnicos que se ocupan del difícil arte de las proyecciones se han visto en la penosa necesidad de ajustarlas con frecuencia. Por ejemplo: ¿cuántos cálculos diferentes hemos leído sobre lo que fue el comportamiento de la economía en el terrible año 2020? La última que he visto es la del FMI que avizora una caída del 7,9% para la economía colombiana el año pasado. El Dane nos dará la versión oficial de la magnitud de esta descolgada próximamente.
Algo por el estilo sucede con la proyección de crecimiento para el 2021. Se presume que será mejor que el año terrible en que apareció el coronavirus. Pero nadie sabe a ciencia cierta cuanto mejor. Originalmente el gobierno en el último marco fiscal de mediano plazo (MFMP) hablaba que deberíamos esperar una recuperación económica del orden del 5,5%-6%. Hoy, con los nuevos confinamientos y con la llegada de la segunda oleada de la peste, sabemos que el crecimiento este año será mucho más discreto. Quizás un 3%-4%. El FMI lo ubica en 4,6%.
Algo análogo está aconteciendo con las proyecciones fiscales. El gobierno había previsto que al final de este año deberíamos volver a aplicar la famosa regla fiscal, que fue suspendida con la irrupción de la pandemia hasta finales de 2021. Hoy tenemos la impresión de que esto muy difícilmente se cumplirá. El gasto público financiado con mayor endeudamiento sigue creciendo vertiginosamente. Vamos llegando a una relación de deuda a PIB del 70% lo que ha empujado el déficit fiscal a niveles del 8,2%.
Para retornar a los parámetros de la regla fiscal a finales este año se requeriría que el déficit se redujera a niveles del 2%-2,5% del PIB. Cosa bastante utópica en este momento. Lo que significa que muy probablemente continuemos sin la camisa de fuerza de la regla fiscal por un tiempo más largo del que originalmente estuvo previsto. El gasto y el endeudamiento público siguen creciendo, el programa de vacunación apenas comienza la semana entrante, y las nuevas cepas del coronavirus comienzan a mostrar sus amenazantes orejas.
El holograma ha alcanzado su más extraña imagen con la reforma tributaria, a la cual se le cambian las fechas y el nombre cada semana. Primero se dijo que sería para este 2021, luego se afirmó que se presentaría en el año en curso, pero para que tuviera aplicación a partir del 2022. O sea, habrá reforma tributaria en 2021 pero, como a los niños, solo le saldrán los dientes para morder a los contribuyentes a partir del 2022. Su denominación también varía con los días. Ahora se llama piadosamente “reforma fiscal y social”, pero sus contenidos aún se desconocen.
La operación consistente en venderle a Ecopetrol la porción en ISA de la cual el gobierno es propietario, es una nueva dimensión de la holografía económica. Pienso que no ha sido preparada tan a la carrera como cree Germán Vargas Lleras. Por el contrario, ayudará a descifrar el confuso panorama fiscal del 2021 puesto que será un año sin reforma tributaria. La operación ISA-Ecopetrol le permitirá al gobierno recibir este año una importante bocanada de dinero (entre 12-14 billones de pesos) que, aunque no tendrán la destinación ortodoxa que se supone debe tener el producido de la venta de los activos públicos que no es financiar gasto corriente sino inversiones reproductivas, de todas maneras le servirá para amortiguar el chaparrón fiscal del 2021 sin necesidad de seguir incrementando los índices de endeudamiento. Que más allá de ciertos niveles pueden convertir a las “agencias calificadoras” que hasta el momento nos han otorgado un margen de tolerancia en agencias “calificaduras”.
No es fácil pues leer hologramas. Pero en tiempos de pandemia tenemos que intentar hacerlo.