Hora de pactar
Nos visita el Cisne Negro fue una de las maneras para descifrar la llegada de la pandemia del covid-19 como hecho que sorprendió al siglo XXI, que implicaría un choque socioeconómico de magnitud nunca pensada y, sin lugar dudas, como lo describe dicha teoría, daría lugar a la retrospección.
Circunspectos en el contrataque al virus, el examen sociopolítico no fue suficiente para prever la tragedia que viviría Colombia, en este mayo 2021, como si el Cisne Negro hubiera venido acompañado de una gran diversidad de cisnes blancos, de muchos hechos visibles y previsibles, que tenían sus antecedentes, no sólo en el paro de noviembre de 2019, sino en la misma conjunción de actores y situaciones, que ejercerían una fuerte presión social y política.
Ad portas del año electoral para la primera magistratura, en la conjunción de una protesta, que derriba contra toda premonición las preocupaciones del distanciamiento de la pandemia a pesar de sus certeras amenazas, reúne en un laberinto las reivindicaciones sociales de jóvenes y sindicalistas, con la infiltración y más profunda barbarie propiciada por fuerzas oscuras, esas que empiezan a dilucidarse en la toma violenta del país.
Escanear los hechos empezará, como se suelen abordar las problemáticas sociales, por aclarar el diagnóstico, donde las medidas constitucionales de restablecimiento del orden y la inteligencia y control del Estado deberán ejercer, ojalá con mayor rapidez, las investigaciones y justicia, incluidas la ampliación de la panorámica al resto del mundo y la visita de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH), que ha concretado la Vicepresidenta-Canciller.
Podría decirse que estas acciones están en el cuadrante de lo urgente, pero el basta ya requiere de acciones contundentes y trascendentales, con cambio de paradigmas, con acciones inusitadas, de tragarse muchos sapos, y empezar a pensar ¿Cómo se va a buscar la convergencia para salir del laberinto?
La invitación abierta del expresidente Pastrana a los exmandatarios y a la convocatoria de la Comisión de Relaciones Exteriores, como una página inicial de unidad nacional y expresión de la institucionalidad, que exige tragarse muchos sapos, propiciaría un entorno, tampoco pensado, donde se superen muchas barreras de odio y polarización, transferidas a los mismos jóvenes. Colombia ha tenido estos actos de nobleza en momentos históricos.
Y aunque los jóvenes creen poco en los políticos y más en causas políticas, sí oyen a los políticos y no se pueden oponer a las necesidades de salud, trabajo y reactivación de las que dependen sus padres, como tampoco dejarán de reconocer los avances, no completos, frente a las condiciones y esfuerzos que vivieron sus padres o abuelos, a pesar del empobrecimiento de muchos en estos momentos.
Este llamado a la unidad nacional puede ser, entre otros, un Pacto por la Juventud, que responda, parafraseando la carta de Juan Pablo II a los jóvenes en 1985 (año en Colombia de la quema del Palacio de Justicia): ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? ¡Cuánto depende de cada uno! La respuesta tiene que ver con la conciencia moral, sobre cómo crear su proyecto de vida, a su aspiración a “algo más” y la orientación a su propia vocación, con su responsabilidad y capacidades que puede impulsar este Pacto.
Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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