HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Octubre de 2012

Historia politizada

 

Afirmamos  que ha sido limitada, parcial y deformadora, cierta manera de narrar y contemplar la historia patria. No solo hemos hecho su tema único, el relato de las luchas bélicas, sino que como consecuencia de ello, la hemos convertido en una historia exclusivamente militar. Además de los militares egregios hemos tenido pensadores, humanistas y empresarios ejemplares. La historia, así presentada, equivale a una mutilación. Las mismas plazas públicas están llenas de estatuas, bustos y monumentos dedicados a guerreros. Sólo tenemos en todo el país una estatua a Miguel Antonio Caro, otra a Cuervo y discretos bustos a otros valores gigantescos como Suárez, López de Mesa, Barba, Jacob, Silva, Valencia, Carranza, Jorge Rojas, ¿Por qué tanta avaricia con Isaac, José Eustasio Rivera y tantas figuras sobresalientes  en el terreno civil, social, económico, escultórico y científico?

La visión que el escolar recibe de la lectura de nuestros manuales de historia es inexacta y distorsionada. Le da en toda su plenitud la gloria militar de su pasado y les silencia injustamente el recuerdo y la labor de los grandes héroes civiles. ¿No hemos tenido acaso colonizadores inmensos, educadores, fundadores, empresarios e innovadores poderosos en diversos ámbitos humanos, cívicos, sociales y espirituales?

En mis libros he sostenido que la glorificación de los hombres verdaderamente grandes une a las comunidades y armoniza los espíritus, que son capaces de comprender el mérito y la gloria. El culto a la mediocridad anarquiza y empequeñece.

Decir la verdad, o poner el dedo en la llaga, constituye un acto de valor. La verdad es dura, primero para el que la averigua, después, resulta dura para los que la oyen y por último dura para quien tiene el valor de decirla. Ningún pueblo gusta oír verdades desagradables.

Hay que tener el coraje moral de señalar males. Las enfermedades no hay que aceptarlas como una fatalidad. Tal actitud ética, significaría tolerar los prejuicios irreparables. La posición intelectualista de “perdono porque comprendo”, no es tan solo en el terreno espiritual una droga oriental con que se anestesia y destruye a un pueblo, sino que es objetivamente falsa. Hay que querer la realidad social tal como se presenta, pero con independencia y con altura criticar, analizar y cuestionar lo que sea susceptible de ser mejorado.

En la vida de los pueblos, la insatisfacción por los éxitos obtenidos, impulsa a nuevos y más significativos logros. Estancarse es retroceder.

Colombia, a pesar de sus tremendos problemas, progresa, avanza y su posición internacional es respetable y decorosa.

¿Qué comunidad, qué nación no ha tenido reveses, crisis y dificultades terribles? Los problemas son para superarlos. El animal de raza se  crece con el obstáculo. El instinto de superación en el ser humano, obra como un resorte que empuja hacia las alturas.