HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Enero de 2014

Siete consejos para los viejos

 

“Ancianos no son una calamidad humana”

Saber envejecer consiste en saberse comportar. Ser productivo. El ocio improductivo exaspera. Con creatividad se puede rendir hasta el momento de la muerte. El viejo tiene que dar ejemplo de limpieza, optimismo, familiaridad y amistad. Es estimulante observar multitud de viejos por la manera de actuar, pensar, caminar, conversar y hacer propuestas de vida, superación y progreso.

La medicina en esta época ha prolongado por 20 años la actividad del ser humanos. Son muchos los ancianos famosos que se aproximaron al siglo con frescura, lucidez, vitalidad y poderosa capacidad mental. Adenawer, Churchill, Pablo Casals, Chaplin. En Colombia fueron muy prestigiosos Baldomero Sanín Cano, Carlos Lleras Restrepo y Germán Arciniegas.

Es contagiosa la juventud espiritual de Otto Morales Benítez, Belisario Betancur, Jaime Posada, Antonio Cacua Prada y tantos intelectuales de gran protagonismo nacional.

La vejez involucra tres graves problemas: soledad, enfermedad, limitación. Pero cuando uno se prepara por dentro y por fuera para afrontar la cuarta edad todo es más llevadero. Si uno, por ejemplo, llega al final de la vida amando y siendo amado, produciendo, trabajando y luchando, todo resulta gratificante y maravilloso. La actividad –física o intelectual- es el eje del universo-mundo. El creador del Mundo, Dios, se definió como el origen de la VIDA, como el comienzo de lo que existe y palpita.

A pesar de todo lo expresado antes, en Colombia, increíble pero cierto, cada año se suicida el 10 por ciento de los ancianos. ¿Cuál es la causa? Son variadísimos los motivos. Desmotivación, desesperante hostilidad, menosprecio, decrepitud, miseria, senilidad, enfermedades terminales, ausencia de amor, sentimiento de vergüenza consigo mismo, odio a la familia conflictiva, desprecio a una sociedad agresiva e injusta.

 Segú Albert Camus quitarse la vida es casi un misterio, como conservarla. Al enfermo mental con tendencia a la autoeliminación hay que vigilarlo. En la tercera edad se piensa a veces que ciertas dolencias son incurables.  La obnubilación depresiva domina la lucidez y el equilibrio. Desde el punto de vista católico  la vida es un “soplo de Dios” y no podemos disponer de ella. Hasta hace poco se negaba sepultura cristiana al suicida. Hoy si, con el argumento que quien se auto elimina es un obcecado psíquico, un perfecto turbado, un enajenado.

Debemos familiarizarnos con la muerte, tanto como con la vida pero sin confundirlas. Cuando no denominamos la muerte como un hecho natural se nos presenta como un aterrador fantasma apocalíptico. Hay que vivir y vivir para realizarnos, según la regla de oro del anciano con placidez, dulzura, utilidad y satisfacción. Y esto se puede a pesar delas adversidades y flaquezas inherentes a la vida humana. No aceptamos a los que miran al anciano como un asco o como una calamidad humana.