HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Febrero de 2014

Personalidad moral de Colombia

 

Es  verdad que el hombre necesita alimentarse, alojarse en un sitio cómodo, recrearse; pero no es menos cierta la necesidad del alimento espiritual. Este elemento lo encuentra en la enseñanza, en el libro, en el ambiente académico, en la cultura. Por su formación intelectual el hombre se convierte en dueño de su destino. La cultura forja el alma de un pueblo. Una sociedad no es grande, sino en la medida en que todo ciudadano tenga conciencia del bien común, de la historia y de la importancia moral de la comunidad.

La historia  nos da sentido de pertenencia, identidad, colorido y fuerza nacionalista en esta época de globalización. Un pueblo no está conformado únicamente por los vivos. En una nación cuentan los muertos, los que están por nacer y los vivos. El hombre es solidario en el tiempo y en el espacio. Lo que tenemos se lo debemos a nuestros antepasados. Instituciones, organizaciones, códigos, costumbres, artes, obras culturales.

La historia está presente y nos rodea en todas las horas, porque no es otra cosa que la vida. El presente es una condensación del pasado. Nos movemos en el triángulo ayer-hoy-mañana.La tierra se hace historia desde que el hombre la toca, la trabaja y la transforma. Cuando se le preguntaba a Ciriaco de Ancona, uno de los adelantados del Renacimiento, para qué se había puesto a reunir con tanto interés restos e inscripciones de la antigüedad, respondía: “para despertar a los muertos”.

La patria no es solo un territorio, sino una intima sensación de convivencia histórica al amparo común de grandes ideales humanos. La patria es un complejo espiritual como el amor, como la fe, como cualquier otra pasión grande del ánimo. Amamos los ríos y los paisajes, las cascadas y las llanuras. Pero la patria externa es apenas un elemento de la patria interna. Es dentro del espíritu donde la patria se integra y se realiza. Allí la ternura, allí el orgullo, allí la ambición, allí el recuerdo, allí mil inclasificables emociones toman el contorno inmodificable que apenas trazan con líneas esquemáticas los mapas. El gran Jaurés escribió este hermoso pensamiento. “Estáis atados a este suelo por todo lo que precede, y por todo lo que sigue; por lo que se creó y por lo que creáis; por el pasado y por el porvenir; por la inmovilidad de las tumbas y el vaivén de las cunas”.

También es útil hablar positivamente. Conviene vender optimismo. El optimismo todo lo facilita, y lo conduce a buen término. ¿Para qué contagiar al lector del odio, del pesimismo, de la frustración?

Tenemos defectos -y muchos- pero también poseemos una extraordinaria riqueza potencial. Con voluntad, con tenacidad, con fervor patriótico haremos cosas maravillosas. Quien no espera triunfar, ya está vencido. Son espléndidas las ejecutorías de la nación. Los partidos, todos, no son más que ramas de un poderoso árbol que es Colombia. Muchas naciones se han levantado del suelo del desastre, con voluntad hazañosa y han logrado triunfar. Y si otros han podido, Colombia también podrá. Comparativamente, en América Latina, estamos bien ubicados.