Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Marzo de 2015

La explosión demográfica

 

Multitud de causas y factores se han conjugado en el aumento extraordinario de la población. En varios países piensan que un mayor número de habitantes hace más fuerte a la nación. Se cree que más cantidad de hombres bajo las armas les da a los Estados mayor poder militar. Esta idea prevaleció en ciertos sectores y aún hoy, en algunas zonas se cree que la apreciación es válida. Después de las guerras, los gobiernos se interesan por repoblar.

No faltan los empresarios que opinan acerca del aumento de los consumidores. Más que el populismo, importa la capacidad de compra. En los países tercermundistas, muchos opinan que “cada hijo llega al mundo con brazos idóneos para producir”.

El matrimonio de gente joven es otro de los factores que influyen en los altos índices de natalidad. El R.P. Gustavo Jiménez Cadena, S.J. escribió: ‘Al matrimonio se reserva el disfrute legítimo de la sexualidad y se le convierte en una fuente de prestigio, de seguridad emocional y social y aun de ventajas de tipo económico, político y religioso. Las alianzas familiares resultantes del matrimonio fortalecen los nexos del individuo con el grupo, y ofrecen una garantía de ayuda, y economía, ya en forma de consejo o de protección personal. La alianza matrimonial con un determinado grupo ofrece muchas ventajas en una sociedad en que el sistema de palancas tiene primicia sobre la competencia técnica como criterio para alcanzar puestos en la política, en la burocracia administrativa y en las empresas económicas. Los hijos son, además, una fuente de satisfacción afectiva para los padres. Dentro de la teología católica, el matrimonio es un sacramento y, por tanto, una fuente de santidad personal para los cónyuges’.

No es  infrecuente el caso de familias que aseguran por anticipado su subsistencia, provocando nacimientos ilimitadamente, apoyándose luego en la “muchedumbre de hijos” para pedir limosna, o para solicitar ayuda a las casas de beneficencia.

Numerosos países practicaron la creencia consistente en opinar que había que tener todos los hijos posibles. Hasta hace pocas décadas se predicaba la idea de que solo se debe tener la familia que se pueda sostener y formar responsablemente en todos los sentidos. Los hijos sin límite, ya es historia del pasado. Hoy abundan las campañas orientadas a responsabilizar padres y madres. Los métodos y sistemas para planificar abundan.

El control científico de las enfermedades, los progresos de la medicina y las eficaces campañas adelantadas por entidades nacionales e internacionales contra las epidemias han contribuido a aumentar las expectativas de vida. Ahora la longevidad se ha prolongado y el índice de mortalidad he mermado sensiblemente. En los 50s. El promedio de vida era de 55 años, hoy oscila en los 70. En las cuatro últimas décadas los movimientos migratorios del campo a la ciudad han sido multitudinarios. La gente sin trabajo, sin recursos, con hijos para alimentar, se acomoda en los tugurios y origina más problemas y necesidades en las ciudades.