Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Febrero de 2016

ROL DE LAS ACADEMIAS

Integración cultural

 

 

EN esta época global es útil y conveniente pasar de la “academia isla”, a la “academia internacional”.

 Desde que se fundó la Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias ha tenido como lema la integración. Por eso nuestro lema es: “Nos unimos o nos hundimos”. Unidos somos más y valemos más. La mejor cultura no es la que se concentra en una torre de marfil, sino la que se difunde a la multitud.

 Una “academia” debe ser como una empinada atalaya para avizorar desde su tribuna los problemas del hombre y del mundo. En estas casas humanísticas se integran altos valores de la inteligencia, la ciencia y la moral. En toda academia se elabora cultura y transmite cultura. Quienes hemos adquirido un título universitario o logrado una experiencia significativa tenemos el deber ético de transmitirlo. No solo una riqueza debe proyectarse a los demás; también el conocimiento tiene que cumplir una función social.

El intelectual y la sociedad se necesitan y se complementan. ¡Ay! de la tierra donde el humanista no tiene otra opción que la sociedad. Y ¡ay! de la sociedad a la que el hombre de pensamiento no presta el soplo constante de su espíritu. La Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias fue fundada por los embajadores de Guatemala, Jaime Barrios Peña; Venezuela, Numa Quevedo; el humanista y científico Alfonso Bonilla y el suscrito. Tenemos personería jurídica, hemos realizado diversos concursos con el apoyo de la empresa privada; publicamos libros, revistas, llevamos a cabo encuentros, conferencias, recitales en Colombia y otros países del planeta. Con estudios densos, posesionamos socios.

El conocimiento parlamentario y ex embajador Telésforo Pedraza logró que el Congreso de la República le otorgara la Orden de la Democracia, al cumplir 40 años de fecunda existencia. Una academia no es algo inerte, donde ni las hojas se mueven, ni el aire se agita. La cultura es como un motor que produce energía o un corazón viviente que infunde calor a la vida social. Un pueblo sin cultura es una horda o una montonera.

Una academia es, en relación con una comunidad, lo que el cerebro es en relación con el cuerpo humano, su parte más trascendental y luminosa. El avance científico no ha surgido nunca de la muchedumbre. Son los estudiosos los que protagonizan los progresos significativos de la humanidad. Las academias y los centros culturales tienen el compromiso de democratizar la ciencia.

 

El ser humano siempre ha querido saberlo todo, comprenderlo todo, penetrarlo todo, sin detenerse ante ninguna puerta cerrada, ni ante ningún sendero oscuro o peligroso. No hay hambre más insaciable que la de conocer qué esconde el corazón del hombre o la profundidad de la naturaleza. Todos, sin excepción, quisiéramos saberlo todo. Tal vez porque intuimos con acierto indudable que saber es poder, que de todas las armas e instrumentos que el hombre haya conocido y pueda conocer, la más decisiva es el conocimiento.