HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Mayo de 2012

Madres educadoras

 

Nada suple ni puede suplir remotamente el perfume de la patria y la dulzura incomparable de los afectos familiares.

 

La vida de hogar, ese es el estado natural del ser humano, al que el hombre, en cualquier situación en que se halle, tiende irresistiblemente. Y en este ambiente de familia la persona insustituible, la reina por encima de todo es la madre. El amor de la madre embellece la vida y suaviza las penas. La madre es la primera educadora de la persona humana. La madre le imprime hábitos y principios éticos al niño; la madre orienta, ilumina, sirve de guía, inculca ideas y señala metas. En la familia -y la madre es el eje- reposa la sociedad. Entre la familia y la sociedad existe la misma relación que encontramos entre el efecto y la causa. Si queréis una patria fuerte, decía Napoleón, dadme una familia unida y fuerte. A propósito, mayo es el mes de las madres, y el pasado domingo fue su día.

 

Cuando falta la madre, el hogar o se desintegra o se debilita. La madre es el centro integrado y aglutinante de la familia. La primera influencia que actúa sobre el niño es la de la madre.

El gesto de la madre es el gesto de la sembradora. Ella prende el fuego del espíritu y el del corazón.

 

Los santos, los héroes y los sabios, tuvieron una madre llena de ternura. Cuando fueron niños, ellas los alimentaron con el jugo de su pecho y los adormecieron en sus brazos con el arrullo de su amor. Todas las madres se ufanan hablando del futuro de sus hijos. Todo lo dan y nada exigen. La madre es el puente de oro que une la tierra con el cielo.

 

Las primeras enseñanzas del hogar son las que perduran. Marcan para siempre. Ninguna docencia tan definitiva como la de la familia. La madre representa lo más hondo, lo más profundo y positivo de una nación. La patria será lo que la madre quiere que sea su hijo. La madre es la forjadora del futuro de un pueblo.

Si la escuela ilustra, la madre educa y forma. Sólo ella con gran sabiduría corrige nuestras imperfecciones. Con tacto, aprovechando las ocasiones oportunas de jovialidad y buen humor, sin testigos, insinúa observaciones en tono de broma y de dulzura.

El amor maternal es la virtud humana más misteriosa. El amor maternal llena el corazón de toda la familia y es el resorte vigoroso que da calor, movimiento y vida a todas las actividades. Por este sentimiento se arrostran todos los peligros y se sufren con alegría las vigilias, el hambre, la desnudez, la sed y todas las inclemencias del mundo. El amor hace que la madre se olvide de sí misma y entregue con generosidad inconmensurable la sangre y la vida por sus hijos.

 

Es justo y emocionante aquilatar el perfil de la madre y no permitir que su figura se esfume en las nieblas de la rutina, o en el ambiente vago de la gris cotidianidad.