HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Mayo de 2012

Sesenta años

 

La Universidad la Gran Colombia, según su rector magnífico, José Galat, además de ser cantera de profesionales insignes, forma hombres en valores y principios. Una universidad es ante todo un templo del saber, una casa de la cultura; una unidad en donde se integran los más altos valores de la inteligencia, la voluntad y la conducta humana. Un centro destinado no únicamente a la transmisión de conocimientos, sino a la elaboración del saber; un núcleo a la vez de recepción de la experiencia científica universal y de irradiación de sabiduría ecuménica; una institución capaz de preparar a profesionales idóneos en técnicas específicas; pero ante todo, hombres íntegros en el campo moral, académico y humanista.

La Universidad La Gran Colombia se encuentra en este momento, gracias al eficaz y maravilloso liderato de su rector José Galat, entre las primeras del país por la solidez y fortaleza de sus egresados, ubicados en un altísimo porcentaje entre los más calificados de la Nación. Todas sus facultades están estructuradas de tal manera que sus catedráticos y sus alumnos tienen que dar el máximo rendimiento, por exigirlo así el claustro, donde impera una disciplina constructiva y enaltecedora.

Con motivo de los 60 años de existencia de la institución se ha puesto en circulación un libro extraordinario por su contenido  y su presentación. Muy enriquecedora la introducción que le hace al volumen José Galat. De igual manera, el secretario del claustro, Carlos Alberto Pulido Barrantes, abogado y general de la Policía, elaboró un denso artículo relacionado con la historia de esta meritoria universidad. Una seccional de la Gran Colombia funciona en Armenia (Quindío) hace 41 años. La dirige Jaime Bejarano. En lo nacional se destacan la experimentada vicerrectora académica, María Eugenia Correa Olarte, y Ricaurte Núñez Pinzón. Preside el Plenum, Raúl Abril y el Consejo, Germán Darío Ledesma López.

Toda una revolución educativa representó la Universidad La Gran Colombia, cuando empezó a funcionar en horas nocturnas en la capital de la República. Esto sucedió en 1951. Imperaba entonces el criterio selectivo y excluyente de la “universidad señorial y elitista”. El saber era privilegio de los acaudalados, de los bien ubicados socialmente, de los hijos de familias influyentes. La connotación social, el espíritu democrático, la formación académica se los dio Julio César García, educador de alma visionaria. Este impresionante sistema educativo permitió que el hijo del peluquero, del sastre o del campesino, pudiera trabajar de día y estudiar de noche. Multitud de jóvenes valiosos logaron ser profesionales y escalar las más encumbradas posiciones, reservadas siempre para los más aptos y mejor dotados.

La educación en la Gran Colombia difiere de la que suministran otros claustros en lo siguiente: es menos verbalista y va a la esencia; se orienta más al pensamiento que a la memoria; hermana la teoría con la práctica; es dinámica pues enseña haciendo, no repitiendo; es vitalista, piensa más en el fondo del hombre que en la forma; robustece los poderes mentales del alumno, estimulando la creatividad.