Liberales: ¿Liberales?
El proceso que culminó con la elección del nariñense Luis Guillermo Guerrero como magistrado de la Corte Constitucional fue, entre otras cosas, un inusitado espectáculo de equivocaciones por parte de algunos comunicadores que decidieron tomar partido a favor de un candidato, al tiempo que desplegaban una injusta y vigorosa campaña de desprestigio contra quien finalmente resultó escogido por el Senado.
Nadie en sus cabales espera que los periodistas sean objetivos, ese es un mito suficientemente derrumbado, pero sí que sean equilibrados, veraces y, sobre todo, responsables por cada afirmación que hagan.
Precisamente todo eso les faltó a quienes se embarcaron en semejante campaña mediática. La primera y probablemente la más grande equivocación, es haber montado notas, comentarios y opiniones a partir de conclusiones a priori sobre hechos que nadie se tomó el trabajo de verificar o siquiera averiguar. La segunda, fue ignorar la trayectoria de 11 años de Magistrado Auxiliar y más de 15 de profesor universitario como fuente para indagar seriamente sobre el pensamiento constitucional del aspirante.
Tal vez por eso, porque se trataba de puras consejas, es que CM& canalizó los ataques a través de su sección “1, 2, 3”, la menos rigurosa pero, sin duda, la de mayor audiencia. Allí se decidió por sí y porque sí, que Guerrero o cualquiera que no milite en el Partido Liberal es un peligro para la guarda de la integridad de la Constitución y para el supuesto equilibrio que se mantiene en la Constitucional.
La lógica de los periodistas comprometidos en esa campaña, la de algunas trinadoras y la de varios columnistas, es de una ahistoricidad tan manifiesta que asombra.
¿Cuál es la evidencia o en qué hechos se fundaban para sostener que pertenecer al, otrora grande, Partido Liberal convierte en liberal o que serlo del conservador lo hace retrógrado? Cavernícolas hay en los dos partidos e incluso en la izquierda, que presume de progresista.
Es bueno recordar que del Partido Liberal son López Pumarejo y Lleras Camargo, pero también, para vergüenza del ideario liberal, Álvaro Uribe. La diferencia ideológica entre el liberalismo de los Samper y el de J. C. Turbay es mucho más grande que una caballeriza en el Cantón Norte.
Como dicen en Antioquia, “pa’ godos los liberales de Rionegro”. Y para liberales, algunos conservadores. Probablemente el país no lo recuerda, porque la ingratitud es norma nacional, pero el gran símbolo de la lucha por los derechos humanos era un respetable conservador: Don Alfredo Vásquez Carrizosa, a quien casi desaparecen en el gobierno del “liberal” Turbay. Y casi toda la pelea por adscribir al Estado colombiano a los tratados internacionales de derechos humanos y DIH es de Augusto Ramírez Ocampo, como Canciller y como ciudadano.
Liberal es, como dijo Karl Popper, “no el simpatizante de un partido político, sino simplemente un hombre que concede valor a la libertad individual y que es sensible a los peligros inherentes a todas las formas del poder y la autoridad”, sensibilidad que nunca tuvieron, por ejemplo, los magistrados liberales de la Corte Constitucional Manuel J. Cepeda y Clara Inés Vargas cuando avalaron la reelección de Uribe que costó tanto en abusos de poder.