Consecuentes
UN sacerdote salesiano, a quien debo múltiples ejemplos que contribuyeron a mi formación, insistía mucho en la necesidad de ser consecuente. Es una virtud, no necesariamente teologal, decía, que se define como la total correspondencia entre el pensar y el hacer, o por lo menos entre el decir y el obrar.
Probablemente no haya un campo en el que se encuentren más ejemplos de inconsecuencia que en el quehacer político, pues los políticos profesionales terminan decidiendo su hacer más por el querer de sus probables electores o, peor aún, por el de sus estrategas de cada campaña, que por el pensar propio, que en no pocas ocasiones ni siquiera existe.
El Partido Liberal, el otrora Gran, que no siempre ha sido consecuente con su ideario, esta vez, por medio de sus senadores de la Comisión Primera, acaba de regresar a sus vertientes sociales e ideológicas votando en bloque a favor del archivo del proyecto de reforma constitucional que pretendía la criminalización absoluta del aborto y por supuesto de las mujeres como únicas destinatarias de la norma.
Que la iniciativa fuera del Partido Conservador, también es una lección de consecuencia político-ideológica. Era apenas obvio, aunque dudo que sus militantes -sobre todo su lado femenino- comulguen con ese intento de convertir un pecado en delito o con regresar la colectividad a tiempos aparentemente superados de cuando la Jerarquía de la Iglesia Católica era la que definía temas legislativos y hasta candidaturas presidenciales.
Otros, cuya ideología es más bien indefinible, como algunos de La U, también apoyaron el archivo de la iniciativa. El Partido Verde, que al parecer estaba con la posición radical de los conservadores de identificar cigoto con niño y que parecía estar pensando en extender la cadena perpetua a las abortistas, finalmente se alineó con los liberales.
No está mal que las dos colectividades históricas retornen a sus diferencias ideológicas en mala hora cambiadas por la repartija burocrática a que las redujo el Frente Nacional. Ley de víctimas, restitución de tierras y autonomía femenina, son los más recientes campos en que azules y rojos se han diferenciado, pero no deberían ser los únicos. Modelo económico, educación, libertades públicas y autonomía de la administración de justicia, son temas en los que las diferencias ideológicas debieran notarse. Y, sobre todo, donde el Partido Liberal debiera hacer un gran mea culpa por haber olvidado su compromiso social en favor de teorías neoliberales que ahora ni sus importadores reconocen y por haber dejado que a su nombre hayan existido políticas tan vergonzosas como la del Estatuto de Seguridad.
La Ley de Educación, por ejemplo, es una oportunidad para que el Partido Liberal deje su impronta ideológica. No solo por el compromiso histórico que tiene en la defensa de la universidad pública, como quiera que es creación suya, sino porque desde los radicales, la educación siempre ha sido bandera liberal como único antídoto contra la miseria y el sectarismo que anidan en la ignorancia.
Va siendo hora de que el Partido sienta más orgullo de López Pumarejo que de Turbay Ayala.
@quinternatte