HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Junio de 2014

El voto armado

 

“Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política, lo primero que se quebranta es su unidad, porque se abre la controversia en sus filas. El mantenerlas apartadas de la deliberación pública no es un capricho de la Constitución, sino una necesidad de su función. Si entran a  deliberar, entran armadas. No hay mucho peligro en las controversias civiles, cuando la gente estádesarmada. Pero si alguien tiene a sus órdenes, para resolver la disputa, cuando ya carezca de argumentos o pierda la paciencia, una ametralladora, un fusil, una compañía, o las Fuerzas Armadas, iráa todos los extremos, se volverámás violento, seráirrazonable, no buscaráel entendimiento sino el aplastamiento, y todo acabaráen una batalla”.

Ahora que una campaña presidencial, en su conocida filosofía del “todo vale”, ha decidido violar el límite moral del comprometimiento en política partidista de las FF.AA. que la sociedad colombiana se impuso desde los años 50, es conveniente volver a oír las sabias palabras que uno de los mejores presidentes de Colombia pronuncióen su famosísimo discurso del 9 de mayo de 1958 en el Teatro Patria.  

Ahí, en esas breves palabras de Alberto Lleras Camargo estáuna de las mejores síntesis sobre las razones de la prohibición constitucional de la deliberación en las Fuerzas Militares y de Policía en el constitucionalismo colombiano, asícomo la de, incluso, votar. 

No sorprende la inmoralidad de quienes azuzan a las FF.AA. a inmiscuirse en la contienda política actual, pues han dado suficientes muestras de sus bajezas. Pero lo que síasombra es su falta de responsabilidad histórica y la amnesia política que les hace ignorar las dolorosas y sangrientas razones que llevaron al país a la adopción de una cláusula tan clara y radical como la del artículo 219 de la Constitución Política.

Cuando Lleras Camargo se encerróen ese mayo del 58 con los más conspicuos representantes de las Fuerzas Armadas en el Teatro Patria, a señalarles las razones por las que el país necesitaba neutralidad absoluta de sus hombres en armas, la sociedad colombiana apenas estaba saliendo de ese período aciago genéricamente denominado como “La Violencia”, en el que el Ejército y la Policía “Chulavita”se envilecieron al convertirse en arietes de un partido político para exterminar a sus contradictores.

“Las Fuerzas Armadas, al transgredir el límite de sus funciones, entran a la política y la dañan. La dañan simplemente porque nadie las invita a entrar a la política sino con el ánimo de que echen bala por su cuenta, pongan los muertos, destruyan a sus enemigos y defiendan intereses ajenos a las conveniencias generales de la República. Al término de estas extralimitaciones, las FF.AA. regresan a su oficio primitivo rodeadas de adversarios, sin prestigio, sin gloria y sin amigos”.

La sorprendente actualidad de esas palabras de Lleras Camargo, ahora que el prestigio militar y policial apenas estáempezando a recuperarse de sus vínculos con el paramilitarismo y los falsos positivos, no deja de ser aleccionante para quienes por retornar al poder no solo están dispuestos a pactar con el diablo, sino a convertir el país en un infierno.     

@Quinternatte