Hugo Quintero Bernate | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Julio de 2015

ARRECIFES

Uno de antes

En  este mes de julio de 2015 se cuentan 112 años del nacimiento de Alberto Lleras Camargo, uno de los mejores presidentes de la historia de Colombia. Verdadero faro moral de la República y gobernante ejemplar como ninguno. No se enriqueciócon el poder, ni dejóque sus hijos lo hicieran bajo la ventaja de ser los “del ejecutivo”. Ni tuvo más horizonte que el de gobernar como a él le hubiera gustado que lo gobernaran.

A propósito del mes de su natalicio y de las próximas elecciones regionales del país donde asusta la cantidad de dinero que cuesta cada campaña y el concepto de “inversión”que sugiere métodos de retorno imposibles dentro de la legalidad, es bueno recordar una carta que en abril de 1944 le dirigióLleras Camargo a El Tiempo,para responder por la compra de un automóvil en los Estados Unidos de América cuyos trámites de importación le parecieron “privilegios de oligarca”a la oposición política, que entonces encarnaba el diario El Siglo.

Alberto Lleras expone públicamente, como debe ser, su patrimonio económico, escaso, como corresponde a un hombre que ha pasado la mayor parte de su vida en el servicio público. Y lo explica con frases que muchos hoy no resisten: “Mis únicos ingresos se derivan del tesoro público, por concepto de mi sueldo como ministro. Cualquier aumento de mi patrimonio por otra vía sería juzgado por mi como un enriquecimiento sin causa”.

Ah tiempos aquéllos. Quécontraste con los actuales en los que  pululan ciudadanos que llegan al servicio público pasando aulagas económicas de conocimiento público o debiéndole a cada santo una vela y que salen como potentados económicos con apartamentos en sectores exclusivos, fincas, esposa, amantes y grandes negocios. El sueldo, que es su único sostén teórico, no les da para tanto. Afortunadamente los salarios son públicos y las matemáticas exactas. Por si alguien quisiera hacer cuentas.

Lleras se sabía pobre, una circunstancia que ningún medio o alto funcionario de hoy reconocería. Y señala, contrario a ciertos discursos miserabilistas de izquierdas trasnochadas o de falsas modestias, que esa pobreza suya “no le parece meritoria, porque no es ciertamente un mérito haber trabajado desde la edad de diez y seis años, siempre con una jornada superior a las ocho horas que se establecieron en Ginebra para el proletariado urbano, sin que hoy tenga más de lo que tenía entonces, sino menos”.

Lleras Camargo es de aquéllos tiempos en los que los hombres públicos estaban más interesados en hacer méritos para ingresar honradamente en el balance de la historia. No encajaría en los actuales, donde a la mayoría de los que están o aspiran a llegar al servicio público no les importa deshonrar la historia, con tal de engrosar sus balances.

Contra los hombres de negocios en los vehículos oficiales pregonaba Alberto Lleras, pero nadie le hizo caso. Por eso hoy abundan como plaga, con un reconocimiento social tan grande que de la misma manera encabezan una encuesta, que dirigen una emisora o son presidentes de algo, asísea de un equipo de fútbol. Y asínos va.

@Quinternatte