Todo lo que viene del alto gobierno es vindicta, revanchismo, castigo, como lo que acaba de manifestar -y después negar- el viceministro del Trabajo en el marco del Encuentro Laboral 2024, si no le aprueban la reforma laboral: “de los 342 Pactos Colectivos (existentes en Colombia) ya tenemos a 74 con sospechas de antisindicalismo y se sancionarán hasta con 5.000 salarios mínimos”.
La consigna es acabar con el Pacto Colectivo -de paso con sus empresas- que consiste en un logro jurídico de la institucionalidad y encuentra su fundamento en el art. 55 de la CP, que “garantiza el derecho de negociación colectiva para regular las relaciones laborales, con las excepciones que señale la ley”; pero la reforma propuesta por el ejecutivo pretende, de un tajo, prohibir ese tipo de institución laboral, lo que es un machetazo a la libertad y al derecho de negociación colectiva de trabajadores que no comulguen con determinada organización sindical dentro de su empresa.
Es el estilo propio del “cambio”. Como no saben obtener las cosas por la razón, tratan de lograr sus objetivos por las vías de hecho u obturando un “estallido social”. Cada vez que abre la boca o twittea por X el presidente que nos tocó sufrir, me siento metido dentro de un carruaje en una montaña rusa cuando en lo más escarpado de ella el aparato país se detiene, en varias estaciones, con los pálidos turistas mirando hacia abajo del precipicio con la boca abierta y el corazón en la mano, mientras se nos van colgando yetis (abominables hombres de las nieves), cuales orangutanes que nos quieren meter en esperpénticos proyectos de ley como el de una Asamblea Constituyente que ahora, sin ruborizarse, propone el señor “Petro Cortina”.
El embeleco tiene un doble filo: acabar con el país, por un lado, y por el otro soltar yetis a manera de cortinas de humo para espantar a los colombianos y encubrir todos los escándalos sobrevinientes en materia de corrupción política, de financiación de campañas y de despilfarros descarados. Como el líder del “cambio” resulta ser incompetente para gobernar con la institucionalidad que tenemos, quiere cambiar el marco jurídico para gobernar por decreto y agilizar todo a su manera, porque ya se siente “Maduro” para ello. Sabe que no pasará, que no tiene mayorías en el Congreso y en la calle la gente que ayudó a elegirlo no le come cuento, porque no hay mal que dure más de cuatro años, ni cándidos borregos que lo resistan.
Pero hay que seguir soltando “yetis de humo”. Si el llamado al constituyente primario no funciona, habrá que declarar la guerra a Israel y a El Salvador, habrá que fletar a parlamentarios vulnerables y empacarlos en naves SpaceX, que podrían contratar con Elon Musk, para dar vueltas en el espacio ultraterrestre, pretendiendo lavarles el cerebro para que “aterricen” votando las “reformas sociales”… por lo pronto, hay que amenazar a la “enemiga” Federación Nacional de Cafeteros con meterle democracia y llenarla de colectivos campesinos para que la gobiernen, le inoculen la roya, la marchiten y queden los terrenos abonados para el cultivo de lo que sí paga: la droga maldita.
Post- it. Nada le funciona a Petro, ni el cambio de nombres de las instituciones: la Fuerza Aérea se seguirá llamando así por orden de la Corte Constitucional, que le tachó el rimbombante remoquete “Espacial” que le puso el vinagre humorista Cortina.