En las pasadas elecciones, nuevamente, ganó la abstención (54%), pero ella será la que, ante el riesgo de que suba la extrema izquierda, saldrá de debajo de las piedras y madrugará a votar para darle el triunfo al optimismo. El desprevenido ciudadano ya lo está entendiendo. Las ideas populistas del candidato de la izquierda han sido fusiladas hasta dentro de las columnas del fuego amigo, como en la del prestigioso filósofo y economista Salomón Kalmanovitz, quien tituló en El Espectador “Las malas ideas de Petro”, que se resumen en: dejar de explorar petróleo; liquidar las EPS; hacer un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla; aumentar la protección a la producción nacional con el fin de generar la devaluación del peso; cambiar la estructura del Banco de la República, y seguramente la complementará cuando mire la disparatada idea de “apropiarse” de los fondos pensionales.
Néstor Humberto Martínez, en El Tiempo, tituló “Temores por la Petroeconomía”, advirtiendo que “con expropiar las pensiones ahorradas para financiar su populismo pretende confiscar las reservas pensionales de los trabajadores...son más de 300 billones de pesos que pretende apropiarse para financiar el gasto público y que a la vuelta de los años nos habremos comido, otra vez, los ahorros de varias generaciones de trabajadores y sus pensiones volverán a financiarse con impuestos”.
Frente a este candente y sensible tema pensional, en reciente debate, Petro lanzó “proyectos de ideas” que obligaron a Asofondos a refutarlo inmediatamente. Cuando dijo el político que los aportes pensionales en los fondos de pensiones son públicos, se le respondió que era falso: que tales aportes son propiedad exclusiva de los trabajadores; cuando afirmó que las cotizaciones son administradas al 30% que cobran en un banco, se le corrigió que ellas (que incluyen seguros por invalidez y muerte) son las mismas en el sistema público y en el privado, en ambos casos del 3%; cuando expresó que un 22% del salario último de lo que un cotizante gana es lo que recibe en un fondo de pensiones privado, se le manifestó que ocho de cada diez pensionados en los fondos privados, en promedio, reciben 80 con respecto al último salario, y los de pensión mínima reciben el 100%.
Cuando insinuó que los dueños de esos fondos habían saqueado al Estado, se le reiteró que los dueños son los trabajadores, a la fecha 18 millones; cuando expuso que los fondos privados no dan pensión, se le corrigió: cada año el número de pensionados en el sistema privado crece cerca del 20%, mientras que en el sistema público crece el 4%; cuando sentenció que pasando las cotizaciones de los trabajadores a Colpensiones puede liberar 18 billones anuales, se le rebatió que cambiar la distribución de recursos de los afiliados es en la práctica “expropiar” los ahorros para pensiones. Al gastarse esos recursos, no habría con qué pagar las pensiones de quienes hoy tienen de 20 a 40 años. Quitarles recursos a los que ahorran juiciosamente, para darlos a otros, es tapar un hueco para abrir otro peor; y cuando aseveró -sin sonrojarse- que los fondos de pensiones tienen la plata metida en Odebrecht, se le respondió, sencillamente, que era otra gran mentira.