Es tan marcada la ingenuidad de la campaña por el Sí, que bien vale la pena resaltarla.
Desconociendo las evidencias que muestran a las claras un ‘posconflicto conflictivo’ definido, precisamente, como la continuidad de la guerra, solo que por otros medios, los propagandistas del Sí ya hacen parte de la antología universal de la manipulación y de la apología.
Coincidente con la mayoría de respuestas que pueden recolectarse entre los votantes desprevenidos que repican las bondades del Acuerdo Santos -Farc, la campaña del idílico candor no escatima recursos para difundir por las aulas, las plazas y las playas sus herramientas persuasivas.
Todo empieza con el mensaje de fondo que, de hecho, no es más que una mofa de la vida cotidiana y una invitación a la mentira: “Vota Sí ¡Y paremos esta guerra!”
Capcioso mensaje que se funde en el primer argumento que se esgrime como la principal virtud del Secretariado de las Farc, nuevo templo de la democracia liberal: “Votar Sí es terminar la guerra YA”.
Llevando al paroxismo el ideal semántico de la vida celestial, la campaña por el Sí profundiza aún más en sus flamantes argumentos al sostener que “Votar Sí es elegir la vida” puesto que significa “dejar de matarnos entre hermanos, dejar de enviar hijos propios y ajenos a la guerra”.
Como si de ángeles de la dulce compañía se tratara, la campaña Santos – Farc aduce que “Votar Sí es evitar que haya más víctimas” y lo sustentan con lágrima en el ojo agregando, “No más viudas, huérfanos, desplazados, ni jóvenes en la guerra”.
Semejante movilización, cuyas fuentes de financiación jamás serán investigadas, desconoce la intimidación que miles de personas están padeciendo cuando olvida que una de las partes interesadas conserva las armas en su poder como auténtico movimiento paramilitar organizado.
En tal sentido, la campaña no sufre de rubor alguno al proclamar que “Votar Sí es el triunfo de la democracia” puesto que “Las únicas batallas las daremos en las urnas, con ideas”.
De hecho, el decálogo de la sensiblería apela luego a que “Votar Sí es dejarles a nuestros niños un país tranquilo”, como si los aliados del Eln no se encargaran ahora mismo de desvirtuar semejante sofisma, y como si las “disidencias” de las propias Farc (las verdaderas y las programadas) no empañaran tan armoniosos deseos: “Aseguramos que los recursos de la guerra se invertirán en oportunidades para nuestros jóvenes y niños”.