Es totalmente inaceptable la teoría que considera a la “soledad” como la peor tragedia de la etapa final de la vida humana. En la calle, en medio de los ruidos del mundo, nos sentimos a veces más solos que en el mar o en el desierto. El único peligro es que algún transeúnte venga a rompernos el sueño. La mayoría de los solitarios se saben rodear de objetos amables: música, libros, cuadros, mascotas, jardines, bosques, creaciones artísticas, etc. Siempre es fácil poblar la soledad de las más adorables imágenes. Claro que esto requiere, como lo sostiene la escritora Carolina Valero, una disciplina.
La música de Chopin, de Handel, Beethoven. La primera amiga que nos visita es la “fantasía”. Lentamente surgen las ideas, los recuerdos, los proyectos, los sueños. Lo que sigue es más fácil. Construir planes, escenarios, episodios. En los anaqueles están todos los autores, poetas, pensadores y filósofos del mundo ansiosos de darnos compañía.
Los que hemos vivido temerariamente deseamos convertir en creaciones los más extraños pensamientos. La gramática, la filología y la retórica, son poderosos auxiliares del intelectual. Un verso es una experiencia, un pensamiento, un relato, un cuento, un apotegma, son ocupaciones útiles y enriquecedoras. En la sonrisa espléndida de un lienzo se condensó una buena cantidad de ideas. Los pecados de Lucrecia Borgia, la voluptuosidad de un personaje, la lujuria de una época… todos los excesos se deducen de un gesto fatigado.
La creación artística no necesita traducirse en imágenes, en palabras, en ritmos. Artista es todo hombre que ama, el que siente el bien, la bondad, la justicia, la belleza. No siempre se entiende al humanista a quien se le saca el alma. Escriben páginas pulidas, celebradas por el vulgo, pero la vida se encuentra desolada. Se dejan aplastar por la racha de la amargura o del resentimiento. Esto no está bien.
Hay momentos de la existencia en que necesitamos apelar a nuestros autores preferidos, nos levantan el ánimo, nos dan luz, alegría, nos encienden ciertas pasiones apagadas. Algunos poemas son bálsamos del alma, salvación de los que sufren, ángel de claridades estelares.
Ciertos poetas tienen la expresión de nuestros más íntimos anhelos. Por eso la poesía tiene un fin en sí misma y no tiene que ser necesariamente técnica o filosófica. A veces de un gran amor solo queda la memoria de un poema que permite el más amplio desahogo. Así es el espíritu humano. Conocemos bosques llenos de fragancia por donde nos paseamos llenos de felicidad, con amigas esenciales y únicas. En el incesante fluir del mundo, lo efímero se parece a lo eterno.
Carranza, confundido por la violencia y el terror, exclamaba: “todo se parece al vino derramado sobre la tierra del olvido... Todo desaparece... solo nos queda el hermoso canto de los poetas...”
Es así como la creación del espíritu sirve para fertilizar el alma en pleno hastío. Los inteligentes convierten los fracasos en triunfos y las desdichas en vivencias placenteras.