

Si bien algunas de las cifras oficiales sobre la economía son positivas, analizándolas con un cuadro general de la política colombiana y la situación real del país, tenemos que varias de ellas no son confiables y expertos dicen que las maquillan. Así que discrepamos de las afirmaciones de Alejandro Gaviria en Semana, donde se muestra un tanto crédulo al respecto.
Por supuesto es de anotar que han aumentado las remesas de los colombianos lo mismo que los dólares que se reciben por el intercambio ilícito de alucinógenos al extranjero, así como sigue en gran escala prosperando el contrabando. En tanto el tratado comercial con los EE.UU., en su momento, no defendió como debiera a la industria nacional de todas maneras sigue siendo positivo, así como perderíamos mucho con una eventual subida de aranceles a los productos agrícolas en el gobierno Trump, lo mismo que nos afectaría en el caso del aluminio y acero nacional.
Esos análisis económicos donde no se tiene en cuenta la realidad del país, omiten señalar que, desde lo estratégico, el 70% del país está en manos de subversivos y delincuentes. En más de medio siglo ha sido infructuosa la lucha contra los enemigos del sistema en armas y la delincuencia común. Son aberrantes los ataques contra Álvaro Uribe, por haber enfrentado como gobernador de Antioquia a los violentos que pretendían tomarse el Urabá y como presidente lograr la desmovilización de miles de subversivos y autodefensas. En tanto, la JEP lo exculpa de dar órdenes para los falsos positivos, lo que la prensa nacional no destacó como debiera. Mientras, enfrenta el calvario del absurdo proceso en contra.
Un país donde el principal producto de exportación lícita es el petróleo y tanto su producción como exportaciones han caído, no puede estar bien a futuro. Como lo sostienen los expertos, muy pronto tendremos que importar gas, principalmente para uso doméstico. El manejo absurdo de Ecopetrol, la toma de la empresa por cuenta de parásitos políticos y burócratas mediocres, ha desvalorizado la acción y golpeado el bolsillo de miles de colombianos que tenían ahorros en esa entidad. El Gobierno ha estado en contra de la explotación mixta del crudo, lo mismo que ha anulado algunas inversiones positivas en el exterior. Planes como la producción de “emulsión estable”, que se logra con la mezcla de crudo pesado en un 70% y un 30% de agua, ya no van.
Fuera de eso, el Estado financia de manera indirecta a los procesadores de coca, los cuales sacan la gasolina que utilizan para su consumo de la tubería donde se transporta. Así mismo, gran parte de las zonas petrolíferas están bajo el dominio o el influjo de bandas armadas. Además, figuramos entre los países que más caro factura la gasolina local, lo que encarece los productos agrícolas y todo lo que se transporta. Sin contar la cantidad de derivados del petróleo que se dejan de industrializar. Como estamos en la transición a otras fases de la producción de energía, debería Ecopetrol incentivar la explotación del crudo y su procesamiento, que daría para varios años de jugosas ganancias.
Por si fuera poco, con tantos males fomentados por el sector oficial, tenemos que se busca arruinar a los propietarios de tierra elevando de manera irresponsable el avalúo catastral, que según demuestran públicamente las gentes en los pueblos, es sencillamente y en muchos casos, expropiatorio.
Por todos los medios se golpea en sus finanzas a las universidades y colegios, lo que a la larga perjudica la educación y formación de profesionales competentes en el país.
El proyecto de destruir el sistema de salud en Colombia ha sido cavernícola, se quiere implantar un sistema en el cual sean los funcionarios oficiales los que tengan las llaves de la atención a los pacientes, en tanto se induce a la quiebra a numerosas empresas por el simple expediente de no pagarles las deudas oficiales, como ya les ha sucedido a varias empresas particulares de salud. La reciente votación en la Cámara, aupada por el ministro del Interior Armando Benedetti, demuestra que no son representantes del pueblo, sino volubles enemigos de la sociedad.