El duelo político español sigue siendo un mal atávico, una como enfermedad recesiva o repetitiva, que aparece cada cierto tiempo. Se trata del personalismo, el regionalismo y, muy en especial, del anacronismo. Así vemos que cada provincia quiere la independencia o la autonomía, por esa tendencia nefasta al individualismo como a la disgregación. Y surgen una serie de caciques electorales que defienden la autonomía regional o la separación, a sabiendas que la pequeña parcela de tierra en la que nacieron y viven, carecería de importancia al seguir fragmentada, sino fuese por cuanto hace parte del ente histórico ligado a Castilla. La diversidad de las regiones españolas con su historia local se fortalece en ese haz, semilla de la civilización occidental e hispánica. España fue grande mientras mantuvo la capacidad de explorar otras tierras lejanas y trasladarse a vivir en ellas, con su visión del mundo y actitud ante la vida.
En España, enzarzada por siglos en la lucha contra los moros, defensora de la fe católica, como ellos de su credo musulmán, al ganar la contienda deriva con la expansión del catolicismo al denominado Nuevo Mundo, en creadora de nuevos reinos al estilo español, a los que transvasa el respeto por la persona humana, legado por el cristianismo. Esa es la España grande que admira Maquiavelo, dado que el rey Fernando de Aragón es uno de sus modelos que explora en El Príncipe, puesto que había extendido con Isabel I su reino de Aragón a parte de Europa y de América. Mas existe otra España divisionista, anarquista, disolvente y anacrónica, que durante la República y la Guerra Civil, se la juega por los dogmas de Carlos Marx, de la lucha de clases, de la destrucción del sistema, con tal de consagrar el predominio del proletariado. Nada más contrario al individualismo español que el marxismo.
Pese a lo anterior, vemos cómo avanza el socialismo español a la disgregación. Aupada por Sánchez, al concederles toda clase de ventajas y bonos a los separatistas y ejecutores de atentados, con tal de conseguir votos para seguir en el poder. Por su parte, la derecha moderada hizo una errática campaña contra Vox, cuando de lo que se trataba era de montar una tenaza imbatible, para mantener a todo trance la unidad nacional. En España, como en otras partes cuando se dividen las derechas suele encaramarse al poder la izquierda. Lo que ocurrió cuando Sánchez llegó en minoría a formar gobierno. El gobierno de Aznar lo hizo muy bien, siendo desbordado por el atentado de Atocha y el manejo de la información respectiva, que manipulan en su contra. En España, a diferencia de otras naciones europeas, el feudalismo casi no prospera.
A su vez, modernamente, la señora Ayuso, le ha dado un vuelco a la derecha española al renovar el contenido social, junto con la defensa del derecho a ser emprendedor y defender a los empresarios y sus trabajadores, lejos de los socialistas españoles y de los neoliberales extremos.
Y Vox, asume con valor la lucha callejera por ganar la masa desamparada y la clase media descontenta, por lo que se han convertido en el blanco de los atentados y ataques de los socialistas y separatistas. No de todos, puesto que dirigentes socialistas de la talla de Felipe González, siguen siendo partidarios de la moderación y la unidad indisoluble de España.
El atentado contra uno de los fundadores de Vox, Alejo Vidal-Quadras por cuenta de un sicario que consigue herirlo en el rostro, es infame y lo rechazamos. El gobierno español, que se dice demócrata, al financiar a los separatistas y los grupos radicales, indirectamente favorece la violencia contra los dirigentes de derecha.
Y no cabe la menor duda, quien está detrás de todas esas componendas contra la unidad de España, con tal de poder conformar un nuevo gobierno es Pedro Sánchez. También, reconocido como audaz componedor y enemigo de la monarquía. Precisamente la monarquía en España, fuera de ser una tradición, es una necesidad política, puesto que debe ser el imán de la unidad de los españoles, tan divididos, tan obsesionados por el regionalismo divisionista y retardatario.
El sistema democrático permite que en España conforme gobierno quien saca menos votos, en tanto consigue apoyos en el Parlamento. En este caso son tantas las concesiones que hace Sánchez a los regionalistas enemigos de la unidad nacional, que se atenta contra el Estado, se debilitan las instituciones y se le juega sucio a la democracia. Y ya se presentan proyectos de ley peligrosos y disolventes, como el absurdo de que sea el Parlamento el que revise las sentencias de los jueces. Lo que significa que esa institución representativa se está contagiando de locura.