Por cuenta del muy básico alcalde de Cartagena, ahora resulta que en este país de analfabetas funcionales todos añoran el reino de la Filosofía.
Quizás Manuel Vicente Duque tuvo razón cuando preguntó al aire que a los estudiantes cartageneros “¿de qué les sirve la Filosofía, si estos son muchachos que se la tiene que salir a jugar a la calle?”. “¿Y para qué poetas en tiempos de penuria?”, pregunta la elegía de Hölderlin Pan y Vino. Pero no es lo mismo.
La Filosofía, que es “vigilancia crítica, territorio del debate, impulso a la fecundidad del pensamiento” como advirtió Estanislao Zuleta en el Elogio de la Dificultad, no les servirá para ponerse a salvo de la apetencia de convertirse en un funcionario ganapán como él.
Duque se pregunta “(…) ¿este muchacho qué va hacer con eso?” y entonces se dan golpes de pecho en los medios como si la Filosofía no estuviera proscrita de todo ámbito de la vida nacional y sobre todo, del establecimiento, que solo considera libre de sospecha los escolios de Nicolás Gómez Dávila.
La Filosofía estorba porque es crítica, cuestiona la realidad, no adula, hace preguntas, inquiere por la verdad, desdeña las migajas del poder y desdice de la falacia oficial. Pero no obstante hay algo que se puede hacer con la Filosofía: ser feliz. No a la manera hedonista ni consumista, sino en comunión con uno mismo.
La Filosofía existe así Duque no la haya visto jamás; pero está amenazada tanto por las formas de adaptación que se promueven – toca mimetizarse- como por la desadaptación que produce. Con la Filosofía podrán repetir algún día estos versos de Whitman en Canto a mí mismo: “No aceptarás ya las cosas de segunda o tercera mano, ni verás con los ojos de los muertos. (…) Escucharás todas las opiniones y las filtrarás a través de ti mismo".
La Filosofía es mucho más que recuento de ideas. Es una búsqueda ya no del quién, ni del qué, ni del cómo, ni del cuándo y tampoco del porqué. Sino del para qué. Una pregunta que apunta al sentido de lo que se hace, sin impostaciones ni atavíos de alcalde.
“Desnudo haz la siembra, desnudo labra, desnudo siega, para que cada fruto te crezca en su sazón, y no sea que más tarde, indigente, pordiosees por ajenas casas y nada consigas”, cantó Hesíodo en Los trabajos y los días.
La desnudez esencial de la Filosofía. Ciertamente inútil si uno la monetiza.