JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Febrero de 2014

Inteligencia a la inteligencia

 

Para nadie es un misterio que en todos los Estados las autoridades tienen y utilizan servicios de inteligencia con propósitos loables, como es la seguridad y conservación del mismo Estado. Pero también se conoce que en el ejercicio de esta delicada actividad hay que andar con pies de plomo, pues cualquier desmán o ligereza pone a quienes realizan este tipo de tareas fuera de la Constitución y de la Ley.   

No es lo mismo hacer inteligencia en una dictadura, donde se desconoce el orden jurídico, que en una democracia donde prima el Estado de Derecho y las garantías ciudadanas. En la primera el déspota abusa de su poder y utiliza los servicios de investigación para perpetuarse en él; en la segunda, la actividad debe estar encasillada en el marco que señala la Constitución y la Ley; solo por orden judicial se puede interceptar a los ciudadanos.

Una cosa es interceptar bandas de delincuentes, terroristas y subvertidos contra el orden legítimo. Cosa muy distinta es interceptar a los magistrados, periodistas y líderes de la oposición como se hizo en el pasado y a los negociadores en La Habana, como al parecer se estaba haciendo ahora. En estos últimos casos, no solo es ilegítima la labor de inteligencia, sino quien la realiza comete un delito y debe ser sancionado.

El reciente episodio de la fachada de inteligencia en un barrio de Bogotá, no solo ha vuelto a revivir el estado del terror que vivimos hace algunos años con la equivocada e ilegítima labor de inteligencia que realizó el DAS, debidamente comprobada y que ha llevado a la judicialización de varios de los presuntos actores del macabro atropello, donde una agencia del ejecutivo, interceptaba las comunicaciones de los magistrados de la rama judicial y de particulares; sino que nos ha llenado de  dudas y perplejidades, pues el objeto de las interceptaciones, por los organismos de inteligencia del Ejército Nacional en esta oportunidad, son al parecer a delegados de la misma rama ejecutiva, los negociadores de paz, entre otros.    

Esperamos, por supuesto, ansiosos los resultados de las investigaciones que adelanta la Fiscalía, pero si esto es así, saltaría a la vista  un “motín a bordo” del ejecutivo, donde sus propias Fuerzas Armadas, al menos en esta actividad de inteligencia, se manifiestan contrarias a una política de paz, eje central de la política gubernamental. Por ello se explican muchas filtraciones de información privilegiada que van a dar a líderes de la oposición, los que sorprendentemente las revelaban y todos sabíamos que no habían salido de Google. No hay por qué tapar el sol con las manos; lo que hay que hacer es ponerle inteligencia a la inteligencia, para que ésta, en Colombia, no se siga saliendo del cauce.