JAIME PINZÓN LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Agosto de 2014

Tiburones de agua dulce

El lago Nicaragua, con 8.240 kilómetros de extensión, conectado con el Océano Atlántico por el rio San Juan Sur, alberga  quinientas islas, algunas habitadas, numerosas especies de peces y tiburones acostumbrados al agua dulce que pueden permanecer hasta un año en ella,  escualos agresivos tipo  Toro y  Sarda que se mueven en un medio ambiente maravilloso, dentro de un paisaje excepcional, el cual corre peligro de deterioro ante la decisión de construir un canal la empresa China EK, Group, constituida en Islas Caimán en el 2012, concesionaria de un multimillonario contrato por parte del gobierno que preside  Daniel Ortega,  favorecida por cincuenta años con exoneración de impuestos, quien lo suscribió con su representante, el señor Wang Jing, de cuarenta y un años de edad, cabeza del conglomerado, dispuesto a emprender, con colaboración de inversionistas aún no identificados, el programa de más de cuarenta mil  millones de dólares, cuatro veces el Producto Interno Bruto (PIB) de los nicas, para que el nuevo canal compita con el de Panamá en proceso de ampliación y modernización, inaugurado hace cien años.

Nicaragua es soberana y la idea del canal para unir Atlántico y Pacífico viene de hace decenios, que tendrá,  según se  informa, más de doscientos kilómetros,  vía ferroviaria,  oleoducto,  aeropuerto, zona libre  y será tres veces más largo que el de Panamá. Si se confirma la ruta a través del lago de Nicaragua, la reserva de agua dulce más grande de la región, la obra ocasionará, en criterio del doctor Jorge Pérez Hinesta, presidente de la Academia de Ciencias de Nicaragua, “el deterioro irreparable de los ecosistemas del lago, las selvas y los humedales. Las propiedades químicas del agua se perderán, muchas especies desaparecerán con el hábitat, la conectividad y las dinámicas ecológicas”.  El investigador Axel Meyer, de la Universidad de Konstanz, alerta sobre peligros potenciales “como los vertidos de petróleo de  los barcos en la zona”.

La necesidad del canal no se ha probado, ni  confirmado que no habrá  daños en mar abierto, ni está claro lo  referente a las reservas de Ometepe y “Sea Flower”, en este caso, con afectación de aguas de terceros Estados. La Organización de Naciones Unidas y sus organismos especializados deben actuar. ¿Por qué no escuchar a los indígenas moradores  del área?  El interés del Gobierno de Nicaragua, de extender su plataforma marítima continental a más de doscientas millas, se relaciona con la construcción del canal y merece  estudio profundo. El mundo requiere la certeza de que el programa no causará los males mencionados y la firma constructora no ha podido explicar cómo se preservará el medio ambiente.  

Con los empresarios chinos vienen tiburones distintos a los del lago e  inmensos dolores de cabeza. Colombia está involucrada  y le corresponde pronunciarse.