Un jardín es un amigo acogedor, un psicólogo reconfortante, un ángel multicolor enviado de cielo. Un jardín es bálsamo para el alma.
Para comenzar el año por que no visitar un jardín. Quizá, un jardín botánico, sofisticado y científico; o uno sencillo, con algunas plantas especiales, en la casa de esa persona amable que hace tiempo no visitamos.
No sé si a ustedes, pero a mí cada planta me proporciona sensaciones, aromas y colores que hacen volar mi imaginación. Es fácil comprender que cada flor, cada hoja o retoño es una creación perfecta.
Podríamos pensar que la exótica belleza de una orquídea, algunas semejantes a joyas de intrincado diseño, es las más bella; pero, luego vemos una magnifica rosa, un tulipán, una amapola, una imponente magnolia, o una sencilla margarita o violeta, ¿cuál es más bella? La más sencilla, o las más exótica, la más grande o la más pequeña; una dalia, de color fucsia encendido, o un crisantemo blanco como la nieve, ¿cuál posee el aroma más misterioso y atrayente, ¿cuál representa lo que nosotros buscamos, lo que queremos decir, lo que amamos?
Un jardín puede ser muchas cosas a la vez. Hay aquellos de solo árboles, arboretum, libros abiertos de geografías diferentes. Allí, cada árbol nos habla de lugares maravillosos. Un baobab nos recuerda los paisajes de Madagascar, esa isla lejana en el Océano Indico, o ese lugar de reunión de toda clase de animales que buscan la protección de estos enormes árboles en las llanuras africanas. Una inmensa Araucaria nos lleva a los bosques australes de nuestro continente americano. Los centenarios arboles dragón, o Drago, de la familia agavacea, en peligro de extinción, pertinence a los semidesiertos de las Islas Canarias. Y qué decir de los maravillosos palmerales, dedicados a coleccionar variedades de palmeras de todo el mundo, como son el de Elche, España, o el Fairchild Garden, de Miami.
Hay jardines de verduras, donde todo lo que se cultiva es comestible; repollos de variados colores y texturas, hiervas aromáticas, ajíes hermosos y suculentos árboles frutales, (Villandry, Francia).
Hay jardines miniatura, japoneses, colgantes, húmedos, de desierto, algunos muy antiguos, creados para mostrar poder, para satisfacer a príncipes y reyes, como Versalles, o para el placer de los Papas, como los jardines del Vaticano.
Hay jardines maravillosos en todas las culturas. Hoy son fáciles de conocer sin salir de casa, pues hay programas estupendos sobre ellos en Netflix, o internet.
Los hay en todas partes. El mejor puede ser el creado por uno mismo. Un par de materas, un poco de imaginación y ya tenemos un pequeño jardín que nos pertenece, nos acompaña y nos refresca la mirada.
Crecí en los jardines de orquídeas de mi madre, su recuerdo me lleva a la niñez, a su canasto de herramientas para podar, escarbar o fumigar las matas, al banco de madera que llevaba de un lugar a otro para descansar luego de horas de trabajo, al recuerdo de su voz cuando cantaba mientras plantaba.
Si, definitivamente, para comenzar el año los invito a visitar un jardín, o repasar algún libro con fotos y descripciones de algunos de ellos, o poemas sobre flores y bosques. Un placer sencillo para estos días; recordar sus aromas, sus colores, su hermosura; esa sensación de tranquilidad que nos producen, bálsamo del alma.