Tierra del desatino
No hay lugar en la Tierra donde los desatinos sean tan frecuentes, absurdos y escandalosos como en Colombia. De nada sirve que seamos una economía estable en el continente, ni que el desempleo haya perdido protagonismo. Lo positivo de Colombia siempre será una noticia que pasa inadvertida al margen del escándalo.
Absurdo es que existan políticos como Álvaro Uribe, quien siempre deja claro su “dolor de patria” pero no por eso desecha la posibilidad de despotricar contra Colombia cuando esta no se parece a lo que él desea.
Por otro lado está Piedad Córdoba, quien alega el mismo “dolor de patria” y, sin embargo, se pavonea despreocupada con los amigos de esa izquierda armada que ha sido responsable de la más prolongada agonía de las libertades civiles en Colombia.
La lista es interminable, desde actrices que ven complots donde no los hay, hasta universitarias involucradas en crímenes y escándalos dignos de una película de bandoleros y no de una realidad ciudadana.
Robos a la Salud, robos al Distrito, robos a los ciudadanos y robos de los políticos. Colombia es un país tan frágil que uno puede ver en Internet a un senador negándose a hacer una prueba de alcoholemia y manejando sin pase. Mintiendo y escudándose en unos votos que seguramente compró con favores y tamales.
Peor aún: sigue gobernando, irrespetando las instituciones y a la sociedad con sus actos y, como si fuera poco, amenazando con demandar a los responsables de publicar el video. Curioso que el personaje en cuestión representa al Partido que pone los hombros sobre los que se para el dolor de patria de Uribe.
Sin embargo, lo que realmente se está convirtiendo en un problema es que estas actitudes han dejado de ser una característica exclusiva de la clase política y han pasado a ser un rasgo cultural del colombiano promedio.
El irrespeto a la vida del otro se vive en la agresividad y el individualismo extremo al que está llegando nuestra sociedad. La trampa, la ventaja y la “avionada” son los valores que guían la sociedad de hoy.
No nos damos cuenta de que esos caminos nos llevan al pasado y se convierten en la cuña que bloquea la rueda del progreso. De nada sirve la paz negociada o la victoria militar, tampoco sirve un TLC o un no al TLC.
La realidad es que Colombia se mantiene a flote más por casualidades que por virtudes de sus ciudadanos. El poder, las instituciones y la sociedad en general, han sido ya colonizados por el régimen de la exclusión y de la individualidad.
Nuestro mayor desatino es pensar que no vivimos para aportar sino para obtener.
@barrerajavier