JAVIER A. BARRERA | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Noviembre de 2012

¿Transporte público?

 

Si algo deja ver la ineficiencia de la administración distrital es el manejo que desde está se le ha dado al transporte público, y especialmente al Sistema de Transporte Integrado (SITP). Más allá de los resultados, las cifras y la retórica déspota de la alcaldía, la verdad está en la calle, en buses que no respetan normas, que se manejan sin ley y que contaminan el aire.

Deberíamos empezar por reflexionar sobre el pico y placa ambiental. La administración actual reversó la restricción de circulación a más de 1.000 buses porque consideraba que esos buses “no aumentan las excedencias (de contaminación”).

Un panorama apocalíptico si se piensa con cabeza fría. La alcaldía actuó desde una lógica absurda y deliberadamente favoreció los intereses de personas privadas abandonando la posibilidad de sentar las bases de una política ambiental benéfica para el resto de la ciudadanía.

Asimismo, el proceso de chatarrización de vehículos se ha convertido en una norma de papel y no de realidad. Las cifras no llegan al 50% de la meta y gracias a eso la ciudad está llena de rutas que pueden ser innecesarias.

Las finanzas del Distrito no importan y para el alcalde es más importante sacar pecho y cancelar la compra de unas camionetas en lugar de responder por qué su administración permite que la ciudad pierda mil millones de pesos semanales desde que empezó a funcionar el SITP.

Cómo si fuera poco, salir a la calle en Bogotá es un atentado contra el buen vivir gracias a la anarquía de los buses públicos. Cualquier persona que monte en bus sabe que el aseo es la menor preocupación de los operadores, y que las condiciones técnicas de los buses son un absurdo lógico.

Latas que pueden cortar a los pasajeros, smog dentro del bus y máquinas que operan excediendo sus capacidades técnicas en términos de peso (cantidad de pasajeros) y velocidad. Absurdo que esos aparatos tengan limites similares a los de un carro particular.

Si la administración de Garzón y Moreno sirvieron para alertar que la izquierda colombiana no tiene capacidades administrativas, la actual alcaldía de Gustavo Petro es la cereza del pastel.

Con él se ha confirmado que la izquierda, en Colombia, se quedó atrapada en sus visiones demagógicas de la realidad, y que a la hora de la verdad también puede terminar postrada a la presión de intereses particulares.

Para concluir mi punto: mientras que el alcalde siga jugando a la retórica y no tome medidas serias con el transporte en Bogotá, el tráfico de la ciudad seguirá colmado de vehículos particulares, manejados estos por personas que prefieren soportar algo de tiempo en el trancón antes de arriesgarse a tomar un bus urbano.

@barrerajavier