JAVIER A. BARRERA | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Noviembre de 2011

 

Terquedad ideológica
 
 
MUERE  Cano y los medios le dan rienda suelta a todo tipo de opiniones. Sin embargo, y a pesar del afán editorialista que despierta el acontecimiento, resulta curioso que la gran mayoría considera que “ahora sí se llegó el momento de la solución negociada”. Cómo si la muerte del guerrillero trajera consigo el fin de las ideas.
A riesgo de ser mal interpretado, me atrevo a decir que este es el peor momento para abogar por el diálogo por las siguientes razones:
Primero: siempre sostuve que el discurso bélico nos hacía creer que el problema de la guerrilla era un asunto de policía. Aceptémoslo, durante años supimos los territorios en los que se movían los cabecillas y no por eso podíamos ir por ellos.
Ahora, sin embargo, las Fuerzas Militares han demostrado que son las Farc las que han perdido dominio territorial y que dar cuenta de sus cabecillas es, finalmente, un asunto de policía. Lo que pone al Estado en esa posición de autoridad que le es esquiva desde hace años.
Es precisamente esta posición privilegiada la que lleva a muchos a pensar que llegó el momento de crear una mesa de diálogo. No obstante lo que pocos han analizado es la inflexibilidad ideológica de un grupo que, a pesar de sus actividades delictivas y traficantes, está plenamente convencido de que la sociedad colombiana está equivocada.
Su posición se alimenta con una visión fundamentalista y extrema, en la que son ellos los llamados a corregirnos, con la autoridad y la flexibilidad con la que un padre corrige a sus hijos. Para las Farc, las opiniones del Gobierno le merecen la misma validez que la opinión de un estudiante al profesor.
Si algo nos ha enseñado la historia reciente es la incapacidad de negociación y la ceguera intelectual del grupo armado que, a pesar de sus propias intenciones, prefiere adoptar una postura intransigente antes de otorgar al país la libertad de “seguir por las vías del error” que ellos identifican claramente.
El problema aquí no está en identificar quien tiene los mejores argumentos. Se trata de entender que la obstinación mental de las Farc imposibilita cualquier aproximación de argumentos, cerrando las puertas de la paz y condenándolas a morir en una guerra que tienen perdida.
So pena de hacerme merecedor de la crítica de muchos, me atrevo a asegurar que la solución armada no es la ideal pero sí es el camino por el que se puede mitigar la rigidez intelectual de un grupo anacrónico y fundamentalista para imponer un orden estatal al país.
Reitero, no se trata de ver el diálogo como una herramienta de corto alcance, se trata de entender que para dialogar se necesitan dos y que en nuestro caso las Farc quieren imponer, dar cátedra y, sobre todo, subestimar la realidad de aquellos que vivimos fuera de sus filas militares e ideológicas.
 
@barrerajavier