La historia de la jornada laboral en Colombia se parte en dos: antes y después de Uribe. La nocturna desde 1961 (A.U.) empezaba a las 6:00 p.m.; en 2002, Uribe, pensando en mejorar el empleo y estimular la actividad privada, logró por vía parlamentaria (Ley 789) extender la jornada laboral diurna hasta las 10 p.m. y, quince años después, el Congreso la redujo en una hora, hasta las 9 p.m., vigente en la actualidad. En la era del emperador Petro, la nueva Mintrabajo, Gloria Inés Ramírez, física y matemática sindicalista, proveniente de la izquierda radical, retomará la jornada laboral nocturna a partir de las 6 p.m.
Y los trabajadores “sabroso”, pues sería la recuperación de viejas “conquistas”; a los nuevos datos de horario habrá que incluir las punzantes arandelas de orden económico, pues el Código Sustantivo del Trabajo (CST) señala que trabajo nocturno, por el solo hecho de serlo, se remunera con un recargo del 35% sobre el valor del trabajo diurno, y que el trabajo extra nocturno se remunera con un recargo del 75% sobre el valor del trabajo ordinario diurno. Y allí es cuando empieza ‘Jesucristo a padecer’, pues las cargas laborales vuelven a ser un calvario para la clase empresarial que estaba tratando de recuperarse de la pandemia y del larguísimo paro.
En recientes declaraciones, la ministra afirma que el “CST es obsoleto, le han metido muchas reformas y eso es lo que nos tiene sumidos en la precarización y tercerización laboral… Necesitamos avanzarlo para que el país pueda combatir la pobreza”. Suena bien, porque la letra lo puede todo y más si es letra metida en un código. Es decir ¿Habría que replantear la Ley 2101 de 2021 que, para armonizar la nuestra con la legislación laboral de otros países, por iniciativa del mismo senador AU, redujo la jornada de 48 a 42 horas semanales? ¿O habrá que recortarla más, para que empate con la troncal Ley Emiliani y entonces el trabajo se convierta en puente festivo peatonal?
Creo que el CD se equivocó con la iniciativa de reducir la jornada semanal en esta época de crisis, con un empresariado doblemente resentido. También se equivoca la ministra al concluir que, por el hecho de ser obsoleto el CST y haberle metido muchas reformas, el trabajo en Colombia “está precarizado y tercerizado”. Creo que es todo lo contrario: por ser un código protector y garantista de los trabajadores es que la clase empresarial ha tenido que defenderse, precisamente, buscando formas de tercerización- outsourcing- que amainen la pesada carga laboral que obra en la ley -incluyendo la Ley Clopatofsky (361 de 1997) que obliga al empleador a invocar los espíritus para despedir a un trabajador que tenga algún problema de salud (todos lo tienen)-, con el importante soporte administrativo del Ministerio de Trabajo y del Juez Constitucional -vía mecanismo de la tutela- del que suele abusar el recurso humano.
Post-it. De los semifinalistas para la Contraloría General me suena, por conocerlo, Carlos Hernán Rodríguez, quien fuera nuestro Defensor Regional del Pueblo en el Valle, y más recientemente Auditor General de la República. Es un buen abogado y docente, ejecutivo idóneo, buen tipo, transparente, melómano, hasta imitador de voces y comentarista radial de fútbol.