Domingo, 27 de Noviembre de 2011
TLC con Turquía no convence
Antes de iniciar las negociaciones del TLC con Turquía, el Gobierno hizo explícita su postura de llevar al sector agroalimentario en su agenda de intereses ofensivos. Los escenarios para los productos cárnicos y lácteos eran promisorios y existía un compromiso claro de no volver a “feriar” el campo, como lo reiteró el Ministro de Agricultura. No obstante, la ronda de Ankara nos dice que la historia se repetirá. No nos convencen los avances. No percibimos reciprocidad y no sería serio renegociar el acuerdo una vez Turquía ingrese a la UE. Así las cosas es mejor abstenernos hasta que existan las condiciones para un intercambio equitativo.
Nos dijeron que Turquía podía ser el canal de entrada al Asia y una vía para profundizar nuestro acercamiento a la UE. Aunque también hacia los Balcanes y el Cáucaso -en donde la ganadería ya puso una pica en la Federación Rusa-. Es, además, uno de los 10 poderes emergentes, con un PIB de 8.9% en 2010 y asiento en la OCDE. Su explosión demográfica, una clase media en ascenso jalonando la demanda agroalimentaria -en momentos de presiones inflacionarias e ineficiente abastecimiento- y su apertura desde 2006 a los mercados suramericanos, concentraban nuestro interés. Era el primer tratado en el que aspirábamos a salir bien librados.
Las opciones eran claras, al decir del declive en la dinámica del sector primario turco, en especial del subsector bovino cárnico. Los costos de producción, merma en áreas de pastoreo, bajos precios de la leche y los brotes de enfermedades, expulsaron a cientos de productores de la actividad. Las cifras oficiales turcas dan cuenta de un inventario de 11,4 millones de cabezas y una producción de 325.286 Ton. de carne en 2009. Aunque extraoficialmente se habla de 688.701 Ton. es en todo caso deficitaria para sus 75 millones de habitantes. Colombia con 46 millones consume 932 mil toneladas, no obstante su bajo consumo per cápita.
El exiguo suministro explica los altos precios de la carne en Turquía -entre US$ 15/kg y US$ 17/kg, la más cara del mundo-, así como el bajo nivel de consumo per cápita -13,3 kg, lejos del estándar europeo de 43Kg-. Con lo cual, la demanda, oferta y precios dependerán de la política de importación turca. Que, de hecho, se ha suavizado en los últimos 2 años, vía reducción de aranceles, eliminación de barreras sanitarias y cuotas para ganado en pie, carne en canal y deshuesada. La noticia es que esta apertura no se ha hecho extensiva a la mesa agropecuaria del TLC binacional.
Las negociaciones contemplan un contingente de 500 toneladas anuales para Colombia de quesos y mantequilla, con desmonte parcial del arancel ad-valorem, que no hace atractivo el esfuerzo exportador. En contrapartida, solicitan abrir el mercado lácteo -en especial de quesos, en donde Turquía es sensible– y excluir al subsector cárnico. No existe, además, interés en establecer un sistema de control fitosanitario que incluya regionalización y equivalencias o en desmontar los subsidios a sus exportaciones.
Nos preguntamos para dónde va el proyecto exportador y qué protagonismo se le otorgará a la “locomotora” agropecuaria. Nos resistimos a creer que la ganadería siga siendo menospreciada, para beneficiar a sectores industriales que siempre quieren ganar. Los mismos que solicitaron excluir al agro de este tratado y los que se avecinan.
La apertura exige complementariedades por razones estratégicas. Este debe ser el común denominador para los TLC con Turquía, Corea o Japón. Nos negamos a avanzar sin que exista en la contraparte la voluntad de abrir su mercado de bienes agroalimentarios, sin barreras para-arancelarias ni subsidios que generen asimetrías. Necesitamos sentar un precedente: no más acuerdos que en lugar de abrir cierran las puertas.