JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

¿Disparo preventivo?

Continúan los problemas de orden público generados por  las protestas en las ciudades norteamericanas a raíz del veredicto de “no culpabilidad” proferido por un jurado de Stanford -Florida-  a favor de George Zimmerman, el vigilante privado que en 2002 mató al joven negro, de 17 años, Treyvon Martin.

Como se sabe, el sentido de la decisión no es el de declarar inocente al procesado. La conclusión del jurado se limita a expresar que, en su criterio, no fue posible establecer de manera contundente la responsabilidad penal, en cuanto no se pudo desvirtuar la presunción de inocencia, que en este caso consistiría -según el mismo jurado- en que Zimmerman actuó en defensa propia. La legislación de Florida faculta a toda persona para usar la fuerza, e inclusive para matar, si se considera en peligro, por la posible agresión de alguien.

Preocupa en alto grado que, en los Estados Unidos, se pueda regresar por este tipo de situaciones, a la época de los enfrentamientos raciales, que se consideraban ampliamente superados. Desde luego, el presidente Barack Obama no puede hacer nada en este momento para satisfacer a los manifestantes, o para neutralizar o anular el veredicto, pues no le corresponde como cabeza de la rama ejecutiva, en un Estado de Derecho.

Pero, bajo una perspectiva de justicia, a quienes observamos desde lejos no nos parece acertada la determinación del jurado. Este caso ilustra acerca del daño causado en el seno de la sociedad norteamericana por la tesis que acepta cualquier reacción, inclusive anticipada y desproporcionada, como legítima  defensa. Es la teoría esgrimida y desarrollada en nivel mundial por el expresidente George Bush y sus aliados hace diez años cuando resolvieron invadir Irak con el pretexto de la posesión de armas químicas que los inspectores de la ONU jamás encontraron. Es la teoría de “la guerra preventiva”, que para el caso Zimmerman podríamos traducir como la excusa de “la agresión preventiva”, o, con mayor precisión, “del disparo preventivo”.

Zimmerman le disparó a Trayvon Martin, un joven negro desarmado, con base en la sola sospecha de que, por su color y su peculiar forma de vestir, era peligroso y lo atacaría. Le disparó por si acaso, “para prevenir” la eventual agresión. Eso no es legítima defensa, aunque así lo hayan aceptado las seis mujeres del jurado. La jurisprudencia universal enseña que, para configurarla, se necesita una actitud objetiva del agresor y una respuesta, por parte del agredido, proporcional a la agresión. Ese no fue el caso.