JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Septiembre de 2013

¿Qué nos pasa?

 

El Estado, la academia, los medios de comunicación, los sicólogos y sociólogos, y cada uno de los colombianos estamos obligados a una introspección; a un análisis serio y objetivo sobre las características que hoy presenta nuestra vida en sociedad.

La intolerancia prevalece en las relaciones interpersonales, no solamente en lo más complejo, como la política, sino -algo muy grave- en el curso de la vida normal de las personas y en lo más simple y sencillo. En muchos hogares y comunidades predominan la intriga, la desconfianza, la violencia física y verbal, la falta de diálogo, la ausencia del necesario mutuo respeto, y desde luego, la intolerancia. Los casos de violencia en el interior de la familia, lejos de disminuir, aumentan; también las  mujeres maltratadas o muertas a manos de sus parejas. El ataque a los niños, en todas las formas -explotación, castigos inhumanos, violencia carnal, secuestro, homicidio- es constante.

Un hombre, en horas de la madrugada, le pide a otro, en un edificio, que disminuya el alto volumen de su equipo de sonido, y termina muerto a puñaladas y lanzado desde un tercer piso. Un taxista cobra al pasajero el valor de la carrera, y como respuesta, es asesinado. Un padre de familia defiende a su hijo, atacado por energúmenos porque lleva puesta la camiseta de un equipo y resulta también asesinado a puñaladas.

El país está pendiente del proceso de paz, pero… ¿qué logramos como sociedad cuando los guerrilleros se desmovilicen, si en las calles y casas de nuestras ciudades siguen pasando estas cosas. Si la vida se puede perder por un reclamo inofensivo; por prestar un servicio remunerado y cobrar; por demostrar simpatía hacia un equipo de fútbol. Esto último resulta paradójico e inverosímil: que el deporte, cuya naturaleza es por definición pacífica, se convierta en motivo de muerte y en causa de tristeza y luto. Los valores de la convivencia se han perdido; no se tolera al semejante; no se respetan las minorías; desaparece el sentido de las proporciones.

Cada día nos preguntamos con mayor insistencia: ¿qué está fallando? ¿Es nuestro modelo educativo? ¿Es la proclamación exagerada de los derechos sin insistir en los deberes y obligaciones? ¿Es el auge de los medios de comunicación electrónicos? ¿Es la irresponsabilidad generalizada de los padres de familia? ¿Es el influjo de costumbres y modas extranjeras? ¿En qué se ha equivocado nuestra sociedad?