JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Febrero de 2013

Los errores del populismo salvaje
La más reciente decisión económica de la devaluación del bolívar en Venezuela, confirma el serio deterioro y mal manejo de la política macroeconómica en nuestro vecino país. Esta quinta devaluación en los últimos años, no soluciona de fondo el deterioro del bolívar frente al dólar. De hecho, el cambio oficial ha pasado de 4,3 a 6,3 blívares por dólar y sigue aún lejano de los 28 bolívares por dólar que corresponden al valor al cual se transan en el mercado negro. Este asombroso cambio es el inevitable resultado de una economía que acumula un déficit fiscal de más del 16% del PIB y cuya inflación desborda los límites normales.
Venezuela entonces enfrenta una economía con alta inflación, una tasa de cambio ficticia, un muy bajo nivel de reservas internacionales para las importaciones necesarias, un desabastecimiento creciente de mercancías básicas de consumo y en general un deterioro económico que desafortunadamente se complementa con violencia y problemas sociales.
En este escenario la devaluación de la moneda pretende evitar la escasez del dólar, incentivar a los pocos exportadores (distintos a las compañías petroleras), y en especial garantizar que las divisas que se reciben del petróleo al traducirlas a blívares den una mayor capacidad de gasto al gobierno central, lo que a su vez alimentará el déficit fiscal y seguramente introducirá vapor a las elecciones municipales que se avecinan en beneficio del partido de gobierno chavista.
Desde el otro lado de la frontera naturalmente surgen preocupaciones por la reducción de las exportaciones colombianas a Venezuela, y en especial por el riesgo de contrabando del vecino país y la ilegalidad que ello traerá.
Lo que aparentemente no saben los venezolanos es que la medida impuesta será flor de un día. Normalmente estas devaluaciones en un país con alta inflación terminan siendo inocuas, y además motivan a volver a devaluar para seguir siendo competitivos. Adicionalmente en un país que importa una alta proporción de su consumo, la devaluación motiva más inflación y sin duda hará que las empresas endeudadas en dólares eleven sus costos y con ello los precios. El riesgo es una espiral inflacionaria incontrolable y adicionalmente un problema mayor de desabastecimiento por el alto costo de los nuevos productos de consumo importados, a pesar del esfuerzo del gobierno por controlar la inflación.
De nuevo, del lado colombiano de la frontera, además de la preocupación del contrabando surge otra por la unificación del sistema de importaciones de Venezuela que manejaba dos modelos: El Cadivi y el Sitme con tasas de cambio distintas. El riesgo que anticipan los exportadores es que vuelva el fantasma del control de divisas que privilegiaba para los pagos en dólares al sector público venezolano y al sector privado de otros países como Cuba, Nicaragua o Ecuador, en detrimento de nuestro sector productivo.
Venezuela con estas medidas y su realidad económica de hoy tristemente empeora y todo indica que no hay una salida clara. Infortunadamente estos son las consecuencias del populismo bolivariano.
jrestrep@gmail.com