JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Octubre de 2013

La revoltura

 

El proceso electoral que se inicia pone al país en el umbral de la apertura de uno de los capítulos históricos más importante de la segunda década del presente siglo. En el vértice se encuentran la negociación para terminar el conflicto armado y la hasta ahora, posible reelección del Gobierno. Es momento que exige seriedad y madurez para asumirlo sin desbordamientos,  ni agresiones entre  contendores.  Jefes de grupos y movimientos, con banderas fusionadas de afán, pretenden subir a la plataforma legislativa, sin aporte de interés, ni nada novedoso y útil. Unos intentan saltar de la Cámara al Senado, y otros, van de asambleas y  concejos. Algunos están entrenados para engrasar sus curules, con viejas prácticas de grupo para sostenerse en la próxima legislatura. Es lo mismo de siempre.

En la tarima está la paz. Es aventurado calificar las actuales negociaciones de La Habana. De acuerdo o no con el proceso, pierden validez, conceptos y  tendencias de algunos sectores ciudadanos que se expresan con apasionamiento personal, sin conocer la realidad de lo discutido en Cuba.

Cuando se levante la confidencialidad del diálogo quedarán abiertas las cartas para hacer debate sobre verdades. De lo contrario, es especulación que enrarece el panorama. Mientras tanto en la tribuna electoral hay desconcierto y confusión para llegar a las urnas. Se conoce quienes van al Legislativo, pero no se sabe qué harán de trascendencia nacional.

Es desconcierto, porque las uniones de movimientos políticos están marcadas por intereses particulares y, confusión, por la mezcla  oportunista  para seguir, o estrenar curul. La ciudadanía pensará dos veces por quién votar. En el orden económico y social hay ofertas y no propuestas con rigor. Recurren al populismo que da votos, ofreciendo  subsidios, vivienda, empleo y similares.      

En distintas actividades profesionales plantean que  Congreso y Gobierno, deberían desmontar legislación innecesaria y eliminar organismos del Estado inoficiosos, que son remplazados cada vez más, por el desarrollo tecnológico.   

Está en mora, corte al gasto del país, por pagos de participación en organismos andinos y latinoamericanos. En lo nacional, el listado es abundante en burocracia de departamentos administrativos y ministerios con oficinas descentralizadas. Ahí están agazapadas las cuotas politiqueras. Eso sería ahorro en el Presupuesto Nacional. Reducir el aparato estatal es necesario. En el mundo varios países lo están haciendo. Del auto oficial, pasan al particular.

Con tecnología y  teletrabajo desde la casa se aceleraría el viejo trancón judicial, pulirían calidad en educación y atención en salud, entre otras funciones públicas. Lo cierto es que en medio del desorden, el país se prepara para iniciar la revoltura electoral de grupos, no de partidos políticos.