Cumplir el reto
Decenas de veces el Gobierno ha reiterado que su meta social es reducir la pobreza y erradicar miseria, incluidas las 100 mil viviendas prometidas. Tres focos que reclaman atención, no solo en las lejanías, también en el corazón de las ciudades más densamente pobladas.
El presidente Santos afirmó el fin de semana pasado que está en marcha el programa de Prosperidad a través de agencias estatales especializadas, para configurar su política social y rescatar a quienes están en la miseria.
Precisó que en próximos días se podrá ver resultados, al sacar de esa dramática situación a 10 mil familias.
El principio no tiene objeciones pero, sin temor a equivocaciones, sí despierta dudas, porque está soportado sobre una plataforma no muy visible; los anuncios de este propósito aumentan con reconocimientos y se desvanecen porque la labor ni se percibe, ni se siente, con la fuerza esperada.
Así como el médico revisa la radiografía para mirar cómo va el paciente, hay que hacerlo con el país, en medio de crecimiento económico, inversión extranjera, aumento de exportaciones, e interés de otros países por participar en las denominadas sociedades estratégicas de comercio exterior.
Y se observa en el mismo registro que esas legiones de familias en extrema pobreza crecen cada vez más, formando cordones de ocupación territorial en los alrededores y dentro de las principales ciudades.
Entre tanto el sector privado mira, con su lógica, el producto de su inversión, para medir cómo revierte el esfuerzo empresarial a favor de su negocio.
Nada significa que 11 millones de ciudadanos tengan cuenta en bancos si a renglón seguido los expertos analizan que esas personas prefieren endeudarse con sus amigos y no con los bancos.
La gran empresa avanza en la adquisición de más negocios; apertura de oficinas y plantas en el exterior; constitución de sociedades en otros países y aquí empleo pero con cuentagotas, en medio del saludable estado económico de Colombia. La enfermedad está abajo, no arriba.
En consecuencia, la radiografía real muestra de manera muy clara la exigencia de desarrollar un trabajo práctico y efectivo en pro de quienes están en pobreza extrema, una comunidad de marginados vulnerables, expuestos a las presiones de distinto orden de los grupos armados ilegales.
La campaña de Prosperidad Social no despega con el vigor requerido, porque tiene un desbalance de fuerzas, no convoca a la ciudadanía; por eso necesita un programa nacional, con metas precisas y en movimiento por el país, hasta obtener resultados con participación masiva de toda la sociedad, para cumplir el reto.