JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Septiembre de 2013

Las tribulaciones de la FED

 

La  banca central de la reserva de Estados Unidos pasa por un momento crítico. También la política monetaria  y de crédito público del país del norte. Como sucede a menudo con los bancos centrales que no hacen bien su tarea, o la hacen titubeantemente, la FED enfrenta una crisis de credibilidad por estos días. ¿Qué ha pasado, o mejor, qué está pasando?

En primer lugar, incertidumbre sobre quién va a ser el sucesor del señor Barnanke. El presidente Obama debe indicar quien es el candidato  de sus preferencias para suceder al actual presidente de la FED cuyo mandato concluye próximamente. El candidato de la Casa Blanca para remplazar a Barnanke era hasta hace pocos días Lawrence Summers, controvertido personaje a quien se le endilga no poca responsabilidad en la crisis financiera del 2008, antiguo secretario del Tesoro del presidente Clinton, y quien siendo presidente de la Universidad de Harvard no se le ocurrió nada mejor que tratar despectivamente a las mujeres, tachándolas de inferiores mentalmente frente  a los hombres. Su candidatura naufragó a pesar de ser de las preferencias de Obama, y, dándose cuenta de que su ratificación ante el Senado iba a ser dolorosa, prefirió renunciar la semana pasada. Ahora, la más opcionada parece ser Yanet Yellen, vicepresidenta de la FED. Pero seguramente aparecerán otros candidatos.

En segundo lugar, y quizás más importante  que la razón anterior, están los bandazos que ha dado la misma FED sobre algo tan fundamental como esto: ¿hasta cuándo va a mantener vigente el programa de estímulos a la economía que se puso en marcha  a comienzos de la administración Obama cuando se enfrentó, en el inicio de su mandato, a una severa recesión causada, entre otras razones, por quiebras bancarias que generaron los mercados de hipotecas irresponsablemente tolerados por la propia banca central?

Primero dijo que se aprestaba a suspenderlo, pues la economía americana daba muestras de recuperación. Ahora ha salido a decir que lo mantendrá durante un tiempo adicional, sin precisar cuánto será. Dando la sensación a los mercados de que la misma FED no tiene claro qué tan robusta  o qué tan frágil es la recuperación de la economía de los EE.UU. Este es un punto crucial. De la respuesta que le dé la FED dependen no pocas variables de la política económica  doméstica  de EE.UU. e, igualmente, de la economía internacional.

En cuanto a lo primero, si se da por terminado el TARP (Troubled Asset Relif Program), el más ambicioso programa de reactivación económica que EE.UU. ha puesto en marcha desde la gran depresión de los años 30 del siglo pasado, ello querría decir que habrá una política monetaria más pasiva, que se permitirá que empiecen a subir las tasas de interés de nuevo, y que la colocación de bonos de deuda pública expansionistas se descontinuarán. Si lo contrario, significa que la política económica de EE.UU. sigue en cuidados intensivos asistida con el suero de la política monetaria activa de la FED. E igualmente, para la economía internacional, tiene también gran interés saber de qué lado va a coger la FED. Pero ésta no ha logrado despejar las incertidumbres. Y hay que sumarle el impasse en que se encuentra la administración Obama con el Congreso toda vez que el próximo 17 de octubre se vence el plazo para renovar la autorización de topes de endeudamiento del gobierno federal, cosa que aún no se ha clarificado. Y si para esa fecha fatal no hay un acuerdo entre el gobierno de Washington y el Congreso, se paralizaría la máquina del gobierno federal.

En síntesis: los mensajes de la política  económica de EE.UU., últimamente, titubeantes, contradictorios y plagados de bandazos, como los que ha mandado sobre las armas químicas en poder de Siria.