JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Abril de 2013

La energía del futuro

 

El mundo entró en un período donde la demanda por recursos naturales crece con rapidez vertiginosa debido al desarrollo económico  y el aumento demográfico. Mientras tanto, según la Agencia Internacional de Energía, los casi 90 millones de barriles de petróleo consumidos por la humanidad cada día llegarán a los 105 para 2030 y el temido punto pico se alcanzará en 2020 si la demanda crece al ritmo actual.

 

Es predecible que el punto pico se encuentre más distante porque, como es el caso colombiano, depósitos más profundos, no proyectados, vienen siendo hallados. Y el punto pico, por otra parte, se refiere a crudo convencional. Pero hay reservas inmensas de formas no convencionales como alquitranes, crudos ultra-pesados, aceites y rocas bituminosas, cuya refinación encuentra viabilidad. Para 2030 el mundo dependerá de petróleo, carbón y gas en 70 por ciento de sus necesidades y 30 por ciento de fuentes alternativas.

Pero estas cifras no pueden tranquilizar en absoluto. Estamos a sólo 17 años de 2030 y, como lo ha escrito Richard Heinberg (The End of Growth: Adapting to Our New Economic Reality. New Society, 2011), la curva descendente en las existencias de crudo y el cambio climático obliga a gobiernos centrales y locales a formular ya planes de mediano y largo plazo. El cambio que se viene encima será abrupto y revolucionario, como el traído por la Revolución Industrial con la máquina de vapor o el tecnológico en las comunicaciones a lo largo del siglo XX.

 

No iniciar ya mismo la proyección y desafíos resultantes en Colombia tendrá un costo insoportable. El tráfico vehicular caótico e insostenible en la mayoría de grandes urbes colombianas ha dejado bien claro el mensaje: una clase dirigente que no pensó con grandeza e inteligencia en el factor movilidad hace 80 ó 90 años. Mientras Londres inauguraba su metro subterráneo hace más de 120 años y para 1900 podía mostrar una cobertura que se expandía día a día, nuestros antepasados, hermanos entre ellos, se mataban en la Guerra de los Mil Días.

La patología guerrerista y de confrontación no puede seguir. El futuro está encima. Se inicia la reflexión metódica en materia de recursos energéticos o perecemos mientras las utilidades cortoplacistas de crudo nos inoculan de enfermedad holandesa y se ferian los recursos.

 

¿Por qué no pensar ya en redes locales de generación energética? La electricidad local, la idea de producir y distribuir electricidad en el futuro a partir de fuentes locales encarna un cambio hondo y radical en el balance entre combustibles fósiles y plantas nucleares dominante en este momento. Células solares y turbinas de viento son posibilidades promisorias entre nosotros como también los fermentadores de biogás. Estos fermentadores transforman desecho agrícola como estiércol y cascarilla -que, como saben los agricultores, no puede ser reabsorbido en su integridad- en metano que sirve de sustento a generadores eléctricos. Freimant, en Alemania, brinda un modelo futurista a seguir. En 2012 generó casi 3 millones de kilovatio-hora que fueron vendidos a la red eléctrica nacional

Está probado en numerosos estudios de investigadores de MIT que la electricidad generada localmente es más eficiente. La planta generadora promedio pierde hasta el 70 por ciento de la energía procedente de fósiles durante el proceso de conversión a través de emisiones de calor o enfriamiento de agua y de lo remanente se pierde el 7 por ciento en su viaje por las líneas de transmisión.

Pero mientras ciudades y municipios se dedican en el resto del mundo a construir el mañana, nuestros alcaldes y gobernadores parecen pensar que la edificación de ese futuro nada tiene que ver con ellos.