Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Mayo de 2015

“Algo pasó en Colombia en las últimas tres semanas”

UN CAPITAL PÚBLICO

Confianza que imploramos

Lo  más grave de las encuestas recientes acerca de la situación del país es la erosión de la confianza económica. Lo han escrito, entre otros, Joseph Stiglitz y Francis Fukuyama. No se trata del tradicional indicador encarnado por los índices de confianza del consumidor sino de un nuevo campo de investigación que busca determinar la metodología para establecer si la confianza es un bien de consumo o de capital.

Tradicionalmente, la economía clásica encontraba poca dificultad en considerar un bien como de consumo o de capital, según la forma en que fuera utilizado. Basta pensar acerca de los granos en la argumentación de David Ricardo de los superávit económicos en áreas agrícolas utilizadas. Se trataba de bienes materiales que se extinguían con su consumo.

Así, cabe preguntar si la confianza disminuye a medida que es utilizada. En otras palabras, ¿lleva el consumo de la confianza a su erosión? No, si es usada con el debido cuidado, responde Fukuyama (Confidence: The Social Virtues and the Creation of Prosperity, Free Press, 1995).  La confianza se trataría de un bien de capital público, de naturaleza intangible, con características específicas.

Primera, todos los agentes, tanto públicos como privados, buscan ganancia tangible a través de su uso. Segunda, los depositarios de confianza en el dispensador central de confianza (el gobierno) se colocan en riesgo  al extender confianza. Tercera, la decisión de los depositantes beneficia al fiduciario (llamémoslo en términos legales), en nuestro caso el Presidente de la República y sus principales funcionarios. Cuarta, todas las partes involucradas se benefician más de las transacciones acaecidas en el período de confianza que sin ellas.

Algo ha pasado en Colombia. El bien público de la confianza se redujo a cifras irrisorias en las últimas tres semanas. Es cierto que los indicadores económicos venían en curva descendente pero no pronunciada. Pero es el proceso de paz en La Habana el factor que minó nuestro bien público.

La investigación del elemento confianza en el ciclo de negocios no es fantasía académica. Tampoco de su perfil en la dimensión como capital social. La llamada “Euroesclerosis” diagnosticada por el economista alemán Herbert Giersch, es la estagnación estable de la confianza que ha permitido a los países de la Unión Europea mantener la marcha pero no relanzamientos importantes de las economías. De allí el malestar social que sacude a Gran Bretaña, Francia, España, Italia.

La jerarquía gubernamental, los desarrollos de La Habana y las  consecuencias percibidas por la sociedad colombiana la hicieron súbitamente permeable al miedo. Es un hecho claro que puede tener consecuencias nefastas todavía más profundas.

Es obligación del Gobierno restaurar la confianza. No se trata de la imagen de un mandatario sino de la prosperidad del país. Todos somos amigos de la paz. Llegó, sin embargo, la hora alta de que se le introduzcan parámetros de tiempo y contenido a los diálogos de La Habana. La opinión tiene que ser compenetrada con sus temas. El expresidente Álvaro Uribe habló hace años de la confianza inversionista. No se trata de un embeleco necio sino de la base del futuro del país que urge rescatar.

Para ello es fundamental decirle al país qué tipo de paz y justicia se propone no sólo a la sociedad actual sino a las futuras generaciones. Es necesario romper la dicotomía del discurso oficial de los negociadores De la Calle y Jaramillo Caro que pone en lugares contrapuestos las nociones de paz y justicia. Hacerlo le está causando tremendo daño al proceso. Cuando se trata de conceptos complementarios. A mayor paz habrá mayor justicia y a mayor justicia mayor paz.

He aquí la cuadratura del círculo que los negociadores no han podido encontrar. Y sin ella la confianza finalmente se irá.