JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 21 de Mayo de 2012

El opositor desleal

 

En el Reino Unido como en Canadá y Australia, todos sistemas democráticos maduros, la oposición es conocida como Her Majesty´s Loyal Opposition. La oposición, desarrollada por quienes no constituyen gobierno, ha querido conservar el apelativo “leal” para recordar que guarda, dentro de la controversia, una fidelidad irreductible a la nación. El término fue usado por primera vez por un parlamentario reformista inglés, John Hobhouse, en los inicios del siglo XIX, y apuntó a un postulado claro. Cuando se trata de la supervivencia del país y sus principios constitutivos, se hace venia a quien encarna la legitimidad institucional: el Jefe de Estado.

Al ganar las elecciones en EE.UU. Thomas Jefferson a Alexander Hamilton, padres ambos de la democracia norteamericana, el primero acuñó de nuevo la expresión para significar que arriba y abajo, como a izquierda y derecha del entorno partidista circunstancial, se encontraba un sistema político que requería la lealtad fundamental de todos. Esta verdad se fue identificando progresivamente con madurez y estabilidad de las democracias.

El asedio de totalitarismos que enfrentó Europa durante las dos primeras guerras mundiales, con  el funcionamiento de gobiernos en el exilio, mostró en plena operación el principio. Fuerzas antagónicas cancelaron las diferencias para extender apoyo pleno a Estados frágiles, muchos de los cuales llegaron a perder en forma transitoria su asiento material. Con el fin del colonialismo, durante la segunda mitad del siglo XX y el nacimiento de países que buscaban adaptarse a los mecanismos de la democracia, el funcionamiento de la oposición adquirió carta de naturaleza institucional. Muchas Constituciones se encargaron de señalar sus derechos.

El colapso del comunismo a fines del siglo XX y el ingreso de gran número de países al concierto de las democracias abrió una instancia histórica para repensar, refinar y proyectar hacia el futuro el papel de las oposiciones como ingrediente esencial suyo.

Y como reto clave se encuentran hoy en esta dinámica Rusia y los países de Europa oriental: fijar el campo de actividad de sus oposiciones y medir su radio de acción en el entendido de que en la base juega en todo momento la realidad de país unitario.

Colombia recibió en Sitges y Benidorm a partir del nacimiento del Frente Nacional un sentido anestesiado de oposición. Vista en perspectiva la insistencia del profesor Fernando Cepeda por implantarla en el gobierno de Virgilio Barco, hay que concluir que se trató de una decisión necesaria e impostergable. Los gobiernos que siguieron han marchado por los caminos de coaliciones plurales y fuerzas políticas, situadas en la otra orilla, han aprendido a practicarla. Se trata de una evolución plausible de nuestra democracia.

Frente a los ataques de fuerzas que buscan destruir el sistema democrático parece haberse mantenido cierto grado de lealtad en todos los puntos del espectro político legítimo. Puede hablarse así de oposición leal. El ministro Rafael Pardo ha recordado que jamás utilizó, como jefe del Partido Liberal, argumentos originados en el asedio terrorista para debilitar al gobierno de Álvaro Uribe que controvirtió. Y su recorderis es oportuno.

Una democracia en evolución como la colombiana debe mantener ajustadas sus tuercas. Sabiendo los puntos de oscilación tanto de gobierno como de oposición. Utilizar un atentado terrorista como el perpetrado contra Fernando Londoño Hoyos, para hacer señalamientos en busca de fallas y culpas a la administración Santos, es actitud que se sale de los parámetros institucionales. Es necesario saber calibrar el punto justo de la oposición.

juan.jaramillo-ortiz@tufts.edu