JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Marzo de 2013

Un final que apenas empieza

 

Sin lugar a dudas la muerte de Hugo Chávez es la noticia más importante para Latinoamérica en lo corrido del milenio. No sólo para aquellos que vieron en él a un ideal político o a un mesías religioso, sino también para sus opositores, que tenían al menos un imaginario frente al que buscaban diferenciarse, aunque en el fondo hubiese más similitudes que diferencias. Sin embargo, su muerte en el fondo terminó siendo un dolor de cabeza para el chavismo, sus opositores y el pueblo venezolano en general. Su enfermedad y su terquedad se juntaron para evitar un proceso de transición; el silencio oscureció los posibles caminos, sus escuderos se tuvieron encargarse de un muerto que no podían dejar morir.

Lo que viene para Venezuela es un incierto en el que los analistas buscan posibles escenarios, pero que básicamente estará ligado a la capacidad de Maduro para asumir que él es apenas un invitado que la historia no recordará y del resto del chavismo para evitar que las luchas internas lleguen a oídos del pueblo. Esto incluye un llamado casi inmediato a las elecciones para evitar dejar pasar el sentimiento generalizado de pérdida que tiene el pueblo venezolano, sin contar que mantendría el desorden generalizado de la oposición que viene caracterizándola.

Quizá los problemas reales empezarán en un par de meses cuando la efervescencia del líder caído empiece a debilitar la estructura del partido de gobierno, cuando los órganos de control empiecen a hacer la tarea que habían dejado pendiente por la presencia omnipotente del caudillo, cuando la presencia internacional disminuya por el cambio de líder y el dinero compartido afuera empiece a verse como dinero perdido sin la cabeza que daba lineamientos.

El fin de la historia de Chávez deja sin embargo claros mensajes para el resto de Latinoamérica. Crear una historia política en torno a un líder termina generando una ruptura institucional, más allá del proceso electoral, como será visto en Argentina o Nicaragua; que el personalismo se traduce en caminos limitados y se reproduce a partir de las interpretaciones de los seguidores; que la vida de un país no es una persona, que el pueblo no es su líder, que una persona se traduce en un tiempo limitado en la historia de un país y no puede convertirse en su único camino.

Venezuela empieza el recorrido del final de una historia. Pero si a mí me preguntan, parece que en nuestro país muchos gobernantes buscaran el mismo camino para terminar también embalsamados en algún museo colombiano.

@juandbecerra