JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Agosto de 2013

El drama

 

LA  situación de los campesinos en nuestro país es dramática. Los levantamientos de esta semana muestran el desespero que viene creciendo en el campo, dejan en evidencia el olvido al que hemos sometido a nuestra despensa viva, señalan una deuda eterna con aquellos que se encargan de permitir que las ciudades sigan creciendo a los ritmos desproporcionados que vienen haciéndolo. Y lo peor es que en unos días, cuando los precios comiencen a subir en las tiendas de las grandes urbes, los colombianos empezaremos a acusarlos por su desidia, a culparlos por el aumento, a menospreciarlos por dejar sus labores normales.

El drama de los campesinos es aún mayor porque aquellos que vivimos en las ciudades no les entendemos, porque a pesar de tener muchos de nosotros antepasados que crecieron en el campo, nos creemos de un mejor estatus por vivir en medio de los trancones y los artículos importados.

El drama que viven los campesinos hoy, a mi juicio, no aparece con los tratados de libre comercio, o con el gobierno de Santos, ni con el de Uribe o el de Pastrana. El drama es por cuenta de un país que hasta se olvidó de su presente rural para intentar parecer del primer mundo.

Creo que los subsidios hoy son un pañito de agua tibia para mitigar los años que hemos dejado pasar concentrándonos en el cemento por encima de los cultivos. El presupuesto de los gobiernos hace tiempo dejó de pensar en otorgar partidas para el campo y la bomba de tiempo tenía que reventar, como volverá a hacerlo cuando pasemos la página del paro y nos quedemos con la sonrisa de algún político diciendo que todo ha quedado solucionado pero sin ningún cambio en el fondo.

Por eso, mientras los campesinos tienen que ver hoy cómo su fruta se pudre, los colombianos los miramos en televisión con una extrañeza similar a la que tenemos cuando vemos un documental de la mitad de África, como si no fuera con nosotros, pensando primero en cambiar de canal o cambiar el plan de vacaciones.

Nuestro país necesita volver la cara para encontrarse con la realidad cierta de millones de compatriotas que hoy no saben cuándo podrán volver a sus parcelas para vivir dignamente. Lastimosamente la violencia ha hecho presencia por cuenta de muchos que se aprovechan del desconcierto generado por el paro, pero no podemos por eso dejar de tener en cuenta que la deuda que tenemos con esos campesinos es infinita.

@juandbecerra