JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2011

 

Los queridos amigos
 
Si  hay algo maravilloso de los valores democráticos es que cada uno tiene un pedacito de verdad absoluta en sus manos. Muchos pensarán que simplemente son la capacidad para decir y hacer lo que se quiera, otros el contrapuesto a una tiranía existente, alguno quizá que son el poder de las minorías frente a las mayorías aplastantes. Aun así debe tenerse claro que según nuestras tradiciones, los valores democráticos están fundamentados en la legalidad, en lo que las leyes nos permiten entender como actuaciones acordes con los principios de la Carta Magna.
 
Por ejemplo, uno posee el derecho a tener amigos, a sentarse a tomar un tinto con ellos y hablar pestes de quien quiera. Incluso, uno puede hablar mal de los amigos porque considera que todo lo que hacen está mal o simplemente porque lo hacen de una manera diferente a la que uno escogería. Todo eso está permitido por nuestra hermosa Constitución, porque esos son los valores democráticos que defendimos antes de firmar ese papelito.
Sin embargo, los valores democráticos quedan en entredicho cuando una cantidad increíble de poder está en medio de lo que se hace y lo que se dice.
A nadie puede negársele que se reúna con los amigos, pero cuando el sujeto es un ex presidente; se reúne con la oposición de otro país a hablar pestes de las relaciones internacionales entre ambos países y además esa conversación llega a los medios, ya el asunto pasa a otro estadio. Eso no está prohibido por nuestras leyes, pero por lo menos está fuera del sentido común de un ciudadano cualquiera.
 
Las razones son diversas y pasan desde la realidad política entre dos modelos de gobierno, hasta por el mínimo respeto hacia las actuales autoridades y el vecino país. Y no porque sus argumentos sean o no válidos, porque en términos prácticos de nada importa la validez de los mismos, sino por un simple juego de Realpolitik. 
No hay nada más nocivo que torpedear el proceso democrático que acá medianamente defendemos, pero aún más, menos para el proceso democrático que se espera en la República vecina en las próximas elecciones.
Quizá es simplemente que el exceso de inactividad empieza a mostrar los verdaderos rasgos del ex presidente o que ya simplemente sus asesores o están todos en la cárcel o están en el mismo nivel de irracionalidad del doctor Uribe.
Qué vaina para unos valores democráticos que aún no entendemos ni nosotros mismos, qué vaina para un proceso electoral que se mantiene enrarecido hasta por el mal juicio de un señor neogranadino.