Debemos entender la justicia como suprema virtud a nivel social cuando es producto de la acción de hombres justos que viven en armonía consigo mismos y con sus semejantes. La conciencia indicará si el camino recorrido o por recorrer responde a la verdad, libertad y caridad.
Los mandamientos de Dios están diseñados para elevar nuestras vidas por encima de una salvaje existencia hacia los niveles sublimes que la humanidad es capaz de experimentar; constituyen el esquema de las expectativas que Dios tiene de su plan para vivir una vida significativa, justa, cariñosa y santa.
El hombre ha instituido la ley, ya lo decía Cicerón: “Somos esclavos de las leyes para poder ser libres”. Tomás de Aquino establecía: “Ley es el ordenamiento de la razón, encaminada hacia el bien común y promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad”.
Es así, que un buen ejercicio de la justicia requiere la aplicación de valores, o sea de la ética. La libertad es responder a la conciencia, vivir en la verdad, autodominio en procura del bien. La solidaridad será la respuesta a la dignidad humana y al bien común.
Aristóteles afirmaba “el hombre es un ser social por naturaleza”
Surge la teoría de Rousseau, advirtiendo: “el hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe”
Rousseau con esta idea abre la puerta al campo de las emociones, ya que el hombre será libre de actuar a favor o en contra de sus principios, debido a que el motor de su pensamiento, de sus ideas se origina en sus emociones, aunque esté respaldado por títulos que garanticen una excelencia académica.
Soportes indiscutibles de la justicia será la ética y la inteligencia emocional.
La ética, brújula que nos indica qué debemos hacer para alcanzar el bien, para ser buenos. Prescribe una serie de normas acerca de lo que debemos hacer si queremos obtener un fin ulterior.
Desafortunadamente el mundo político pasa por encima estas normas, la corrupción se ha convertido en un modus vivendi.
Zenón de Citio funda la escuela filosófica del Estoicismo en el siglo III a.C. La palabra estoico, se refiere a aquella persona que es indiferente al placer, la alegría, así como la pena o el dolor.
Por ello, el estoicismo se fija especialmente en las emociones, a las que se refiere como pasiones, y que divide en buenas, malas e indiferentes.
Un hombre justo permitirá potenciarlas o ser indiferentes ante esas pasiones.
Ejercitando la inteligencia emocional para una buena aplicación de la justicia, es necesario tener claridad en su definición: “es la capacidad de reconocer nuestras emociones, cualidades, defectos y habilidades, y darles un uso sabio que nos permita tener un estado psicoemocional equilibrado, para así poder establecer vínculos gratificantes con los demás”.
Justicia, Ética y Emociones son esenciales en la naturaleza de todo ser humano, para ser garantía de una vida moralmente recta, útil. Dimensiones estructurales si se pretende vivir en una sociedad mejor, todo en procura de lograr el bien común, como lo manifestaba Tomás de Aquino.