Difícil anticipar que en la próxima elección presidencial en los Estados Unidos los dos candidatos que se disputan la victoria tendrían que afrontar las consecuencias, impredecibles, de los fallos judiciales que los afectan. Y resulta muy interesante examinar la manera como cada uno de los candidatos y sus partidarios han afrontado estas decisiones judiciales. Justicia y política han quedado imbricadas y todavía no sabemos hasta qué punto este tipo de interrelación va a afectar el resultado final del proceso electoral.
Es evidente que los republicanos y su candidato, Donald Trump, no han ahorrado palabras para desacreditar el sistema judicial, desacreditar al jurado, ofender al juez Merchán, y traer a cuento diversas situaciones para sugerir que hay una manipulación de este caso judicial para perjudicar electoralmente a los republicanos y a su candidato. Hay un reconocimiento general con respecto al impecable comportamiento del presidente Biden y del partido demócrata con respecto a la decisión judicial que acusó de tres cargos al hijo del presidente Biden. Tanto el presidente como los miembros de su partido han respetado el sistema judicial, han aceptado la decisión del jurado y como buenos ciudadanos se han resignado al imperio de la ley que cobija a todos los miembros de una sociedad.
Es una muestra de hasta qué punto puede llegar la instrumentalización de las decisiones de la justicia para influir un proceso electoral. No hay duda de que la actitud de los republicanos es contraria a lo que debe ser la cultura política predominante en una sociedad democrática. Los demócratas están dando un valioso ejemplo de respeto al sistema judicial.
Cómo estas decisiones y estas respuestas están afectando la decisión de los ciudadanos en favor o en contra de los candidatos en contienda es el objeto de diversas encuestas con diferentes perspectivas que buscan identificar la actitud de los jóvenes, o la de las mujeres, o la de los votantes más experimentados y, tradicionalmente, más fieles a sus partidos. La verdad verdadera la conoceremos en noviembre cuando se haga la contabilidad de los votos y conozcamos si, realmente, lo que se produjo fue una situación equilibrada frente a la cual los ciudadanos no tuvieron mucha oportunidad para cambiar su voto o para reafirmarlo, no obstante las diferencias tan grandes entre los dos casos y las respuestas tan encontradas de los dos partidos y de los dos candidatos.
Falta la sentencia en cada uno de los casos. Y la más significativa será la del 11 de julio cuando el juez Merchan establezca cuál será la sanción para el expresidente Trump. Son 34 casos de violación de la ley que un jurado de 12 personas unánimemente en cada caso encontró que el expresidente era culpable. Se publican opiniones de ilustres y experimentados juristas que defienden la tesis del encarcelamiento, con atenuantes o sin atenuantes, o la de una sentencia más blanda que no incluya la noción de encarcelamiento. El juez Merchán está ante la decisión más significativa de su carrera judicial, antes, hoy y después. No lo envidio. Ha demostrado firmeza y serenidad y se espera que su decisión refleje esas virtudes que han sido reconocidas. Todavía es mucho lo que nos queda por observar en esta deplorable interacción entre justicia y política electoral.