Atravesamos época difícil, un escándalo tapa otro escándalo, las redes sociales retumban, la forma desplaza al fondo, la apología del delito se encarama, triste tiempo en el cual escuchamos alabanzas a personas cuestionadas que no las merecen, oímos a implicados en acciones ilegales divulgar una moral distorsionada posando de ideólogos, pretendiendo obligarnos a contemporizar con sus yerros.
Todos los crímenes deben ser investigados, identificados los responsables tienen que ser sancionados, la impunidad no garantiza el orden, las argucias jurídicas, la dilatación de procesos y el otorgamiento de fueros afectan el cotidiano transcurrir. No es fácil determinar en qué punto se configura la apología del delito, entendemos la importancia del perdón, la trascendencia de la reconciliación, pilares para la conquista de una sociedad más prospera e igualitaria, pero sin la eliminación de valores fundamentales.
Soy cuidadoso al referirme al desempeño de labores de las Cortes, no discuto fallos, defiendo la libertad de expresión. Sin embargo, considero desafortunado mezclar anhelos de paz con dicha apología, en la cual estamos incurriendo, de manera consciente o inconsciente. La verdad se pierde en medio de controversiales disquisiciones, frente a la corrupción urge abstenerse de incrementar el eco de manifestaciones expuestas con el propósito de conseguir solidaridad para actores de oscuros hechos motivo de indagaciones judiciales.
Ojalá que desaparezcan, por ejemplo, elogios a ex guerrilleros acusados de tráfico de cocaína, convendría a los comunicadores, -los tenemos excelentes y ágiles-, que en las entrevistas a sindicados de graves ilícitos no den pie a que ellos aprovechen para enredar, inclusive injuriando a altos funcionarios del Estado, su defensa deben hacerla en estrados ante los jueces de la República obligados constitucionalmente a valorar pruebas, a administrar pronta y cumplida justicia, sentimos el impacto de insólitas declaraciones en los medios, que desconciertan. Facilitar el protagonismo de personas que carecen de autoridad para dar consejos, críticos del esfuerzo que realiza el gobierno en el empeño de solucionar problemas no es acertado, necesitamos seguir adelante, racionalmente defender la institucionalidad.
Existen diferencias entre las posiciones de integrantes del partido de las Farc reincorporados a la sociedad civil con apego a la vigencia del Estado de Derecho y las de quienes hablan de continuar la lucha contra la civilización y la cultura. Los primeros actúan de manera correcta, lo resaltamos. Las recomendaciones de Hipólito Irigoyen, siguen vigentes: “Cuando la vida se funda en una aspiración suprema de justicia, de derecho, de honor, de dignidad y de verdad hacia las cuales nos llevan impulsos generosos, no solo resguardémonos de aquello que pueda empequeñecernos, sino que transformémonos en apóstoles incorruptibles de tan nobles aspiraciones.” ¡Ojo con la apología del delito!