Los debates que se generan en las redes sociales por lo general están teñidos de elementos que no siempre suman. El ampararse en el anonimato ha llevado a que los discursos de odio, la desinformación y la mentira campeen en el mundo digital, al punto que figuras como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, haya decido salir de la red del pajarito. Pero, también podemos encontrar aportes interesantes, sentencias que nos hacen pensar, así como también ocurrencias que nos divierten.
En las últimas horas, en referencia a las elecciones en Brasil, se produjo un intercambio que grafica lo que piensa gran parte de la ciudadanía y también muchos políticos. Un cibernauta afirmó que estando “en la recta final de la campaña” existían grandes posibilidades de que el candidato del PT, Lula Da Silva, fuera electo en primera vuelta.
Ante esta expresión no demoró quién buscó desacreditar la información señalando que Brasil no se encontraba en la recta final de la campaña electoral, ya que esta aún no había comenzado. O sea, no se cuestionaba el hecho de que las encuestas mostraran que Lula lidera con grandes posibilidades de ganar en octubre, sino que la campaña no se había iniciado.
Esa idea lleva a precisar que los organismos electorales de cada país fijan un período corto de tiempo, que puede ser de quince, veinte, treinta o sesenta días, dependiendo de la reglamentación de cada nación, para que durante ese lapso se pueda realizar actividad proselitista, o sea campaña electoral. La cuestión entonces es determinar cuándo empieza la campaña y no cuándo se levanta la veda.
¿Cuándo comenzamos la campaña?, esa es una pregunta habitual que recibimos quienes desarrollamos tareas profesionales en el área de la comunicación política y la respuesta es siempre la misma: ya empezó.
Las campañas son permanentes. Esto quiere decir que la ciudadanía está formando su opinión en forma continua, no existe la simplificación de presentar un menú electoral el día de la elección y que las personas señalen su opción casi sin pensar o determinen su voto de acuerdo a las pautas publicitarias que vieron en los últimos días. Aunque también existen esos casos.
En el caso de Brasil, para dar un ejemplo concreto, es de necios creer que la campaña comenzará cuando se levante la veda. Lula viene cargado de una reputación muy grande, conformada desde hace muchos años por sus antecedentes políticos, sus acciones de gobierno cuando dirigió los destinos de su país, así como también por el proceso judicial al que se vio sometido y a través del cual fue suprimido como candidato. Al mismo tiempo, Jair Bolsonaro también cuenta con una reputación muy clara, producto de las características de su administración y también de sus convicciones.
La actual campaña presidencial de Brasil ya lleva años desarrollándose.
Sucede algo similar con los demás países de la región. En cada nación de América Latina las campañas son permanentes y cada candidato, cada partido, viene cargado de una reputación, que es producto de su accionar político, que lo va conformando en el día a día e instalando en la opinión ciudadana.
En septiembre tendremos el plebiscito constitucional chileno y si bien aún no se visualiza la publicidad en la franja televisiva, hay dos colectivos que vienen trabajando fuertemente y la campaña empezó antes incluso de que asumieran su trabajo los convencionales.
En octubre, además de las presidenciales brasileñas, se realizarán las regionales de Perú, y aquí sucede algo muy similar, con el agregado que en los comicios locales hay un conocimiento muy grande de los votantes sobre los candidatos, ya que son sus vecinos y saben de su accionar. Así, existe un colectivo que ya formó su opinión desde hace mucho.
El 2023 vendrá con nuevas elecciones, entre ellas las presidenciales de Argentina, Paraguay y Guatemala, así como también las regionales en Ecuador, Colombia y México, además de las autonómicas y generales de España. La planificación estratégica, al igual que la campaña electoral debe ser permanente, si se pretende obtener los objetivos buscados. La campaña está en marcha.