Durante la dictadura militar de Rojas Pinilla, que en realidad era una dictablanda, los consejeros le advertían que no era prudente acosar a la pujante industria antioqueña. Con gracia decían que ellos no perdonaban se les tocará el bolsillo. Rojas no hizo caso, y le pesó el resto de sus días.
El presidente Petro resolvió agraviarlos recortándoles los ingresos para infraestructura por no ser de su agrado al estar la mayoría en su contra en ese motor nacional.
La respuesta que han dado los antioqueños, fue hacer una gran colecta, “una vaca” como allá la llaman. Ya han recolectado más de cinco mil millones de pesos. Pero lo más importante es la cohesión social que se manifiesta en esa respuesta.
Si todas las regiones hiciesen lo propio le darían un vuelco positivo al país. La respuesta del presidente fue sugerir que allí habrían entrado dineros de la mafia. Como si la respuesta de la industria, el sector financiero y la reacción popular masiva, pudiese descartarse. Ahora el sector agraviado plantea citar a un referendo popular.
El gobernador de Antioquia ha señalado que del presupuesto nacional solo un 5% va a dar a los departamentos, un 10% a los municipios y el 85% restante va a dar al gobierno central. Es natural que los antioqueños no se sientan a gusto. Y que esas desproporciones susciten conflictos de todo género.
Al gobierno en la actual situación no le conviene un referendo popular. La impopularidad del presidente ronda el 60% de desaprobación, según las encuestas.
El crecimiento del producto bruto interno del último año fue del 0,6%, el más bajo de este siglo. Y hay un descenso en las exportaciones. Los centenares de asalariados que contribuyen a esa vaca son más significativos que los aportes de las grandes compañías. En proporción, son más generosos y desinteresados.
La respuesta gubernamental es impopular. Contradice la acertada tesis del mismo gobierno de superar la simple represión al narcotráfico, prefiriendo convertir su consumo en un asunto de salud pública y no de policía.
Ese acierto diplomático se desvirtúa con la actitud gubernamental de quien ha perdido a Antioquia, a Cundinamarca, a Bogotá, al Valle, a los Santanderes, a la Costa Pacífica y Atlántica, negándoles su ganado derecho a las competencias Panamericanas en Barranquilla.
La cohesión social no es un simple etnocentrismo, supone sentido de identidad en un propósito colectivo, característico de la región antioqueña. De allí que Medellín tenga metro, medio siglo antes que Bogotá.
Algún alcalde de Medellín, en rueda de prensa, se dirigió a los periodistas apostándoles que les daría dinero si hallaban un solo hueco en la ciudad. Contrasta vivamente con la mayoría de las capitales, y lo dicen con entusiasmo por lo suyo.
Los logros sociales obtenidos por el actual gobierno se ven empañados. Gracias a las instituciones colombianas vigentes desde el Virreinato, no podrá hacer la voluntad del comunitarismo con resentimiento que él representa. El gobernante real del país en lo que queda de su mandato, es el Congreso.