A los 30 años de expedida la Carta Política de 1991, se han manifestado reconocimientos por lo que ella significó en la adecuación normativa de Colombia a esos nuevos tiempos, por los acuerdos que se dieron en su seno, y por refrescar el debate público con la presencia de la juventud que impuso la séptima papeleta. Al lado de esos reconocimientos, es preciso registrar que la aplicación de dos de sus normas ha contribuido al desprestigio de la política y han conducido a que hoy nos preguntemos si los partidos dejaron de ser el vehículo idóneo para que la ciudadanía manifieste sus aspiraciones.
La Circunscripción Nacional para Senado de la República (C.N.S) es una figura atípica en la democracia occidental, utilizada de manera excepcional para darle oportunidad a las minorías. La C.N.S. contradice la esencia y origen de los parlamentos: Presupuesto y Regiones. Por cierto, no he encontrado en la extensa obra de Lleras de la Fuente y Tangarife, ninguna sustentación de la C.N.S. La explicación cierta se encuentra en los resultados electorales para la Constituyente. Por primera vez Álvaro Gómez derrotaba a Misael Pastrana en unas elecciones, y Navarro Wolf tuvo un auspicioso estreno en las urnas. El razonamiento de los triunfadores fue obvio: en el mismo escenario nacional volveremos a ganar. Así nació la C.N.S.
Desde mi curul de senador me opuse tanto a la revocatoria del Congreso como a la C.N.S. Así lo expresé en la sesión intrascendente de unas Cámaras ya impotentes. El Espectador destacó en primera página una de mis frases: “A este Congreso no lo pueden revocar las manos indultadas de Navarro Wolf”. Hoy no la repetiría, en homenaje al ejemplar comportamiento democrático de Antonio Navarro.
Con la respetuosa confianza que mantuve siempre con Álvaro Gómez, le puntualicé lo improcedente de ambas medidas. Me invitó a conversar personalmente. En su biblioteca le dije: -tú eres institucionalista, no puedes revocar la institución central de toda democracia como es el Congreso. Tú me entiendes, me respondió: “No vuelvo a ser minoría de la minoría”-
Desafortunadamente, contra el propósito de sus autores, a la sombra de la CNS ha surgido un mundo político plutocrático. Es notorio que en las elecciones correspondientes sólo ganan los que tienen fortuna monetaria. Es que para triunfar se necesita hacer campaña en muchos departamentos. Y eso cuesta mucha plata. Asimismo, la contienda es un mercado electoral asimétrico y, como tal, injusto con los candidatos de regiones y ciudades con poca densidad de población. No es lo mismo aspirar desde Bogotá que aspirar desde Sincelejo, por ejemplo.
Además, el voto preferente intensificó la dispersión de los partidos. Así, pues, plutocracia, crisis de la efectividad de la representación, promedio de 10 departamentos sin senadores, empresas electorales personales, y partidos que son más viejas casonas de reunión de curules victoriosas que colectividades organizadas, desprestigio de lo político, son la herencia que nos ha legado la C.N.S.
La otra norma a la que aludía es la incompatibilidad de los congresistas para ser ministros. Paradójicamente, sólo a los que tienen respaldo popular se les prohíbe acceder al ejecutivo. Eso ha intensificado la distancia entre las masas y el poder, como diría Canetti. Tal vez nazca de allí la incapacidad del Estado para asimilar las situaciones de conflicto. Cuando la institucionalidad parece peligrosamente desfasada, es la hora de abrirle la puerta a la Política.
La prohibición de la extradición y decisiones de política menor le quitaron a la Constituyente la Auctoritas Patrum con que inicio sus deliberaciones.