El 9 de diciembre de 1824, hace 200 años, libra el general Antonio José de Sucre, la batalla de Ayacucho, que libera al Continente del predominio del Imperio español. El general San Martín, quien antes había intentado esa empresa con tropas disciplinadas y el apoyo de la marina chilena, había instaurado en Lima un gobierno fugaz, puesto que el grueso del pueblo peruano se muestra favorable al Imperio español. El general San Martín demuestra sus grandes dotes como militar y sus tropas tuvieron un comportamiento heroico.
La falta del suficiente respaldo de los gobiernos de Chile y Argentina debilitan su misión. Es cuando el Libertador, después de liberar Venezuela y la Nueva Granada, se entera de las dificultades que cercan a San Martín y le ofrece su apoyo.
El Perú, por su situación geográfica y riqueza, con la primera universidad fundada en América y el esplendor de Lima, tenía una importancia geopolítica inmensa en Hispanoamérica. El Callao era la principal fortaleza militar sobre el Pacífico. Las fuerzas realistas eran de las más disciplinadas y experimentadas que quedaban en la región. El Virrey La Serna, el general Valdez, y numerosos de los soldados españoles veteranos de la guerra contra Napoleón mantenían muy en alto la moral.
El Libertador considera que de colapsar las tropas del general San Martín los realistas se fortalecerían a tal punto que la libertad de Colombia peligraría, puesto que aún grandes porciones de la masa americana seguían fieles a la monarquía. Al enterarse que las provincias unidas del Plata le niegan los recursos que demanda el general San Martín y que, Infortunadamente, Lima y el Callao caen en poder de los realistas, el Libertador resuelve intervenir a favor del Perú.
En la Nueva Granada, principalmente en el sur, la población es partidaria de seguir formando parte del Imperio español. El general San Martín, experto estratega, sabe que, de caer Colombia el levantamiento realista en Perú, Quito y los países vecinos sería fatal para la libertad. Así que, en la famosa entrevista con el Libertador, comprende que éste no tiene otra salida que intervenir en el Perú. Mientras tanto, Guayaquil se libera. San Martín, conoce del proyecto de unir Panamá y Perú a Guayaquil, con el objetivo de crear la República del Sur. Bolívar, que es partidario del Uti possidetis juris, manifiesta que las antiguas fronteras deben prevalecer. Por tanto, prefiere que Sucre mediante la diplomacia, maneje la tensa situación de Guayaquil, que se había independizado por su cuenta.
El Libertador, tan pronto el Congreso de Cúcuta le da poderes para conducir sus tropas a Quito, sale rumbo al sur, donde se le atraviesan los antiguos guerrilleros realistas de la región. Sucre se embarca con un puñado de tropas por Buenaventura, para avanzar sobre Quito. Al desembarcar las tropas de Sucre son emboscadas, cuando engañan al general Mires, su antiguo profesor. Sucre, negocia un armisticio, en tanto se recomponen sus fuerzas, mientras el Libertador no consigue avanzar cercado por el general Basilio García y los realistas de Pasto.
Sucre lleva la guerra a las sierras donde habitan las águilas, mantiene a sus tropas disciplinadas y alimentadas. Es una proeza. Suben a más de 4.000 metros y libran la batalla de Pichincha que da libertad a Quito. Pichincha es la antesala de la victoria de Junín, que enaltece al Libertador. Sucre regresa al sur de la Nueva Granada y somete a los realistas de Pasto.
Sucre es enviado como diplomático a Lima y se entiende con los peruanos, que facilitan el arribo de Bolívar. Sucre comanda tropas de Colombia y el Perú. Se retira de Lima acosada por los realistas y lleva la guerra a la sierra. Ya casi sin alimentos, mal pertrechados y fatigados, su ejército con hombres de toda América, parecen exhaustos. La batalla a más de 4.000 metros se libró el 9 de diciembre de 1824, en el valle de Ayacucho que dominaban los realistas, con superior artillería. La noche anterior, Sucre los mantiene despiertos con ruidos de tambores, cornetas y fuegos artificiales Los realistas con 9.310 guerreros. Sucre con 5.780. Sucre anima a sus soldados y el Virrey La Serna se juega la vida con dignidad. Sucre a caballo encabeza sus tropas. Cuando el general Valdez ataca; Sucre lo ataja y su segunda arenga aún resuena en Ayacucho: “Soldados, de sus esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur”. El Libertador dice que el triunfo de “Sucre en Ayacucho solo es comparable a de Waterloo”